En la
página 33 de este libro, absolutamente central (el volumen tiene 66), puede
leerse el poema “Relieves”, que lleva consignado entre paréntesis el subtítulo
de “Homenaje a Jorge Guillén”. Creo que en esa clave se sustenta uno de los
pilares indiscutibles de La puerta falsa:
en el evidente aroma guilleniano que empapa la inmensa mayoría de los textos
del tomo. Un aroma que se traduce en imágenes leves, de airosa elegancia; en
músicas tenues, pudorosas, casi secretas; en una meticulosa contención expresiva,
para no abalanzarse hacia el arrebato o la efusividad; en un vocabulario
escueto, apolíneo, medido; en un mirar lento, sabio, de notoria potencia
reflexiva.
A veces,
nos hablará José Luis Martínez Valero de esos versos inauditos que la noche
susurra y que el amanecer desbarata; de los paisajes urbanos que rodean al
escritor mientras se pasea por la ciudad (“Sonaban campanas, / mientras olías a
azahar”); de una hermosa chica india que viaja en el metro; de los amigos y
maestros que se han ido cruzando en su existencia (el profesor Mariano Baquero
Goyanes, el escritor Miguel Espinosa); o del enigma tibio e inagotable que son
siempre los otros… Y a veces, como quien simplemente retira el polvo que cubre
un diamante purísimo, nos definirá la nieve diciéndonos que parece la “pausa de
un dios”.
El poeta
de Águilas nos demuestra en estas delicadas páginas que la poesía puede ser, en
ocasiones, una brisa tenue que nos acaricia sin que acertemos a explicar por
qué nos emociona tanto. Muchas gracias, maestro.
1 comentario:
Con estos calores esa tenue brisa me vendrá de maravilla.
Besitos 💋💋💋
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