Leí Caimán, si la memoria no me falla, allá
por 1995 o 1996, en la edición de Iglesias Feijoo y Mariano de Paco
(Espasa-Calpe, Madrid, 1994); y vuelvo a ella veinticinco años después, para
reencontrarme con el estremecedor testimonio de un trío atormentado cuyos
integrantes son el cojo Néstor y el matrimonio formado por Dionisio y Rosa, que
perdieron a su hija en circunstancias bastante traumáticas.
Sigue
maravillándome cómo Buero Vallejo es capaz de sumergirse en los crudos
territorios del dolor, el conformismo y la amargura para construir muchas de
sus piezas teatrales, llenas de heridas secretas, de golpes hondos, de lágrimas
calladas.
Y rescato
los tres fragmentos que subrayé en rojo en mi primera lectura: “Los niños son
los animales más feroces de la zoología”. “No te recrimines. No hay culpas. El
mundo está mal hecho”. “Somos una especie sin porvenir”.
Muy
enriquecedor, sumergirse en las páginas de don Antonio.
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