jueves, 27 de junio de 2019

El desafortunado intento




Muchas cosas me ha regalado este libro de la joven María Marín, aunque quizá la principal haya sido recordarme que no sólo las voces “consagradas” saben comunicar emociones con belleza y tino. Veintiocho años tiene la puñetera y qué contundencia de voz, qué promesas de obra, qué susurro de ramas en sus versos. A veces, adopta un asunto de necrofilia irónica o simbólica, donde el humor macabro adquiere brillos de metáfora; a veces vocifera contra la ruda pedantería castradora de quienes pretenden convertirse en dictadores del gusto; a veces, nos regala perlas reflexivas como “Reunión”; a veces, se burla de los manuales, por considerarlos (comparto su desdén) caduca hojarasca; a veces, nos hablará de Virginia Woolf, o de ella misma, o de nosotros; a veces, se mirará al espejo para hablarnos de nosotros.
María Marín tiene belleza dentro y la deja escapar a borbotones por las rendijas de sus palabras, de ahí que El desafortunado intento (la obra lírica que le publica el sello Boria) constituya un catálogo de ventanas: unas sirven para mirar el exterior y otras el interior. Y sus páginas están llenas de amor, de tristeza, de paz, de decepciones de lucidez y de ojos recién inaugurados.
Les dejo un ejemplo: “¿Habrá algo más triste /que querer que pase / el tiempo?”.
Les dejo otro ejemplo: “Y es que arrancarse / el corazón / es de las pocas maneras /que existen / de hacer que deje / de doler. / Aunque sea / por un momento”.
Acudan al libro y busquen ustedes sus propios ejemplos. Saldrán asombrados.

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