Francis
Scott Fitzgerald fue el fotógrafo verbal de una época extraña de los Estados
Unidos. Una época de alegría, desenfado, ligereza (los “Felices 20” fue un
rótulo que tuvo mucho éxito como etiqueta generacional); pero también un tiempo
atroz de crujidos sociales, simbolizados en la crisis bursátil de 1929. Y Scott
Fitzgerald ejemplifica a la perfección ese universo jánico: fue un hombre de
éxito y de fracaso (curiosamente, su novela El
Gran Gatsby fue un aparatoso fiasco de ventas), de amores y desamores, de
esplendor y decadencia, de luces fulgurantes y de sombras más bien cochambrosas
(trabajó como guionista, por un sueldo miserable, para la Metro Goldwyn Mayer)…
Andrés Barba, traductor y prologuista de la obra Flappers y filósofos resume su retrato de forma atinada diciendo que
fue “el soldado que nunca luchó, el deportista que nunca jugó, el escritor que
nunca terminó de verse reconocido” (p.13). Y es verdad. Pero antes de verse
atropellado por ese vendaval de contradicciones, Fitzgerald fue un joven que, a
los 24 años, puso sobre el papel estos ocho cuentos magníficos, llenos de
humor, desenfado, ironía y buenos modos literarios, que ya servían como
preludio de lo que vendría después.
“El
pirata de la costa” nos presenta a la insoportable Ardita, una rica y
caprichosa heredera que lleva por la calle de la amargura a su tío, el señor
Farnam, y que descubrirá al amor de su vida de un modo rocambolesco. “El
palacio de hielo” nos presentará la historia de Sally Carrol Harper, quien
tendrá que salir de su mundo para descubrir que lo que busca, en realidad, lo
tiene al lado. “Cabeza y hombros” está protagonizada por Horace Tarbox y Marcia
Meadow, un joven genial y una bailarina alocada, cuyos destinos trazarán un
inesperado bucle. “La fuente de cristal tallado” nos aproxima a un objeto
simbólico, sobre el que Evelyn Piper exonera la rabia de su vida. “Bernice se
corta el pelo” es un relato humorístico de corte adolescente, igual que
“Bendición” es una bagatela misticoide, de escaso interés. “Dalyrimple se
equivoca” es una joya irónica, donde asistimos a la degeneración imparable de
Bryan, un regresado de la guerra, que se enfanga en trabajo mezquinos, en
pequeños hurtos y, finalmente, en un puesto político que lo llevará hasta el
Senado. Y “Los cuatro golpes”, con el que se cierra el tomo, se antoja
impecable, salvo en la prescindible moralina final.
En suma,
un libro donde podemos conocer lo que escribía Francis Scott Fitzgerald cuando
aún no era el autor célebre que el cine y la historia de la literatura nos
muestran.
1 comentario:
Lo tengo en casa desde hace muchos años y aunque hace lustros que lo leí, sigo guardando muy buen recuerdo 😉
Besitos 💋💋💋
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