La mítica
expedición que George Mallory y Andrew Irvine protagonizaron en 1924 para
intentar coronar la cima del monte Everest ha dado lugar a miles de
interpretaciones, opiniones y anécdotas a lo largo de los últimos noventa años.
Unas, más centradas en los aspectos técnicos o científicos; otras, en los
aspectos deportivos; otras, en los misteriosos y aun esotéricos; y otras, en
fin, en los puramente literarios. ¿Llegaron (o llegó al menos uno de los dos) a
la cumbre, convirtiéndose así en el primer ser humano del que se tiene
constancia que lo haya logrado?
Ion Berasategi (Legazpi, 1969) es el autor de
la última experiencia novelística centrada en esos personajes, que se titula Everest. Porque está ahí y que obtuvo el
premio Desnivel de literatura en 2017. Pero la novela, lejos de constreñirse a
narrarnos aquella espectacular aventura, plantea una arquitectura mucho más
sugerente, mostrándonos dos historias paralelas. Por un lado, los sucesos de
1924, en los cuales varía el nombre de los personajes e introduce tantos datos
históricos como imaginativos; del otro lado, el proyecto que inician en 2013
dos escaladores de amplia experiencia para conseguir llegar también al techo
del mundo. Elegantemente astuto, Ion Berasategi introduce en ambas un elemento
curioso, que las dota de tanto exotismo como justicia: una mujer. En la
expedición de 1924, y sin que los escrupulosos miembros del British Mountain
Committee sean informados, se admite a Anne-Lise Edwards, hija del maestro de
Darjeeling y dotada de tanta energía física como fuerza de voluntad: camina al
ritmo de los varones, destripa animales sin aparente asco, soporta los rigores
del frío como sus compañeros y no teme a las inclemencias meteorológicas. En la
expedición de 2013 la sorpresa será Pema, de quien se nos explica en la página
43 que era “una preciosa mujer con unos rasgos tibetanos muy marcados: sus
ojos, de párpados ocultos, eran negros como el basalto, igual que su largo
cabello. Su nariz era redonda, simétrica, perfecta. Y sus mejillas, cuarteadas
por el frío viento del norte, presentaban un color rojo muy seductor”. Como
añadido tierno, a esta última expedición se une también un enorme perro
vagabundo, bonachón y fiel, al que los escaladores Kurdo y Karpov bautizan con
el nombre de Do-khy…
Con un estilo narrativo sólido, Berasategi nos va
ofreciendo en esta fascinante novela multitud de paisajes, descripciones
técnicas, detalles culturales y emociones, que te consiguen mantener atrapado
hasta el final… incluso para saber cómo termina la partida de ajedrez que
Karpov mantiene por teléfono con el cubano Boris Dimitri.
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