Perplejo, doy fin a la lectura de Utopía,
de Tomás Moro, que traduce el profesor Joaquim Mallafré Gavaldá (Planeta,
Barcelona, 1984). Y comienzo con ese adjetivo porque el volumen me ha pasmado.
¿Esta bobada es la que pasa por ser núcleo vertebrador de todas las “utopías”
ideales del mundo? Pues menuda mierda. Se nos describe una isla claustrofóbica,
atenazada por la geometría más férrea, donde se tolera y fomenta la esclavitud,
nadie tiene propiedades y nadie goza tampoco de libre albedrío. Como guarnición
del plato, justifica sus expansiones coloniales advirtiendo que la tierra es de
todos. Y como salsa para acompañar, soborna a los enemigos, utiliza mercenarios
para la guerra, niega la libertad de desplazamiento a sus ciudadanos, propone
una riqueza agrícola jamás mitigada por el clima ni por los desastres
naturales, condena con brutal exageración la sexualidad llevada a cabo antes
del matrimonio, etc. El ser humano es, pues, una máquina para cumplir objetivos
(¿quinquenales?); y la sociedad, una fábrica silenciosa y bien lubricada, llena
de aquiescentes maquinitas. Patético, ingenuo, cruel, pueril y orwelliano.
Bobada supina.
“Por naturaleza todos los hombres sobrevaloran las propias ocurrencias”.
“No dejéis que tantos se eduquen en la ociosidad”. “¿No es como una locura
estar orgulloso de vanos e inútiles honores? Pues ¿qué natural o auténtico
placer encuentras en la cabeza descubierta o en las rodillas dobladas de otros
hombres? ¿Aliviará esto el dolor de tus rodillas o remediará tu jaqueca?”. “Es
más propio del hombre prudente evitar la enfermedad que querer medicinas”.
“Pensó que era una cosa inadecuada y estúpida y una señal de arrogante
presunción obligar a todos los demás con la violencia y las amenazas a estar de
acuerdo con aquello que uno cree que es verdadero”. “Los muertos conviven
realmente con los vivos como observadores y testigos de todas sus palabras y
hechos”. “Los ricos, tanto por fraude particular como por las leyes públicas, cada
día esquilman y arrebatan al pobre parte de sus medios de vida diarios”.
“Aquella misma apreciada princesa, doña Moneda”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario