Muchos artistas
han sentido, a lo largo de la Historia, que su palabra o sus imágenes tenían
que ser puestas momentánea o perennemente al servicio de una causa política (y
coloco el vocablo en cursiva para que sea leído en su sentido más
aristotélico). Que el tiempo de las flores es compatible con el puñetazo en la
mesa, con el grito de rabia, con la barbilla alzada en señal de desafío o de
combate. O, para decirlo con la voz de Gabriel Celaya, que hay ocasiones en que
debemos repudiar “la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales”.
En esos tiempos en que arde el corazón, en que las injusticias se amontonan en
los periódicos y en los ojos, en que la ignominia se sirve con sonrisas y
corbatas, es legítimo que el creador apriete el puño, porque es “fieramente
humano” y porque no tiene que avergonzarse de su indignación.
El poeta
José Cantabella (Murcia, 1963) y la artista plástica Carmen Molina Cantabella
(Murcia, 1977) unen sus voces en este volumen que lleva por título Revolución,
en el que dejan bien clara su postura disconforme con el mundo que nos rodea,
tejido con represiones, corruptelas, mentiras interesadas, fascismos de diseño
y mucha manipulación publicitaria, en el que los peatones son siempre carne de
cañón, marionetas incautas a las que se conforma con unas leves migajas de
libertad. Pero, como decían los Rolling Stones, ha llegado el verano y es el
momento de bailar en la calle. José, en el primer verso del volumen, nos dice
que “Amanece en la ciudad”; y Carmen, en la primera imagen del mismo, nos
presenta en un cartel a una muchacha con los ojos vendados, tras la que se alza
un edificio en construcción. Sí, metáforas inequívocas de un engaño larguísimo
al que ahora debe ponerse remedio con el despertar de las conciencias.
Arrojemos
lejos las vendas, arrojemos lejos las mordazas. Embadurnados los rostros y
tiznadas las almas con la mugre que los políticos venales y corruptos nos han
vertido encima en los últimos tiempos, la poesía y la imagen (haz y envés de
una moneda purísima) se dan la mano para abrir las ventanas y dejar que el
oxígeno irrumpa en la estancia, liberándonos de miedos y permitiéndonos una
sonrisa de esperanza. Porque es bonito anhelar. Porque es hermoso sentir que no
todo está perdido. Porque es necesario que la sangre circule por las venas sin
que el colesterol de la corrupción las atore. Los policías y los guardias
civiles que aparecen en las imágenes de Carmen Molina Cantabella (siempre con
los rostros vueltos o tapados) representan esa zona oscura que debemos iluminar;
sus toros y caballos nos trasladan simbologías picassianas o libertarias. Y los
versos de José Cantabella, puros, enérgicos, esbeltos, llenan de vigor los
oídos de quienes los pronuncian en voz alta.
2 comentarios:
Negro sobre rojo...me recuerda las portadas de Ruedo Ibérico...
Arte y palabra juntos, buena mezcla!
Besos 💋💋💋
Graciasssss!
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