Resulta
curioso comprobar la manera en que los adelantos científicos pueden llegar a
desbaratar los argumentos y las tensiones emocionales de algunas obras
literarias. Si nadie se ha entretenido en elaborar un estudio sistemático sobre
esa línea le animo a que se ponga: podría resultar muy ilustrativo. Por
ejemplo, en el caso de Electra, la
pieza dramática que Benito Pérez Galdós estrenó en 1901, con extremadas
reacciones entre el público.
Nos
encontramos con una protagonista joven, locuela y pizpireta (Electra), que vive
acogida en casa de los García Yuste. Su madre fue una mujer de vida disipada
que acabó sus horas en un convento; y de su padre no hay constancia fehaciente.
El virtuoso matrimonio, de amplios poderes económicos y nobles intenciones,
considera tarea primordial arroparla para que no siga el infecto camino de su
progenitora, pero en ese afán interfieren también algunos amigos de la familia,
como el agente de bolsa Leonardo Cuesta o el marqués de Ronda. Y, como elemento
sentimental, la presencia de Máximo, un científico viudo de 35 años ante el que
brillan los ojos de la muchacha… Pero don Salvador de Pantoja (quien se encarga
de encarrilar y vigilar estrechamente a Electra) no ve con buenos ojos esta
relación y desliza en los oídos de la joven la insidiosa información de que
ella y Máximo comparten sin saberlo el mismo padre. Como es natural, se produce
en el ánimo de la protagonista una violenta explosión, que la lleva a ingresar
en el mismo convento donde murió su madre.
No
desvelaré la continuación de la trama, ni sus exquisitos pormenores teatrales y
psicológicos, ni el final que Benito Pérez Galdós dispuso para sus personajes,
pero sí una consideración general: ¿cómo juzgamos hoy en día (cuando apenas un
análisis de sangre permite confirmar o desmentir este tipo de afirmaciones)
piezas como Electra? Una respuesta
apresurada nos llevaría a desdeñarlas, por obsoletas. Pero de inmediato brota
una rectificación: no, de ninguna manera. La finura exhaustiva con la que se
disecciona el corazón de los protagonistas, la red oscura o purísima de sus
intereses, el perfecto ritmo de su prosa, la crítica acerba pero justificada
hacia los estamentos económicos y religiosos de su tiempo, hacen de este drama
una obra imperecedera, airosa y firme, que ha quedado en los anales de nuestro
teatro.
2 comentarios:
Heredé de mi madre el gusto por las obras de Galdós y heredé también su colección de Obras Completas. Electra siempre ha sido una de mis favoritas, sobre todo porque fue de las primeras que leí.
Me ha encantado reencontrarla.
Besos 💋💋💋
Aunque no pueda comentar tanto como me gustaría, valoro mucho tus reseñas. Reflexiones como estas nos enseñan mucho a los lectores. Las obras clásicas, en muchas ocasiones, son interpretadas de obsoletas por mostrar patrones culturales que ya no existen en nuestra sociedad, pero precisamente sobre esos patrones evolucionó (o retrocedió, en ocasiones, que de todo hay), nuestra sociedad. Muchas obras clásicas son el grito de una época y tienen un gran valor intrínseco. Nunca he leído nada de Galdós, pero me anoto Electra. Será un placer iniciarme con el autor, y más ahora que has sembrado en mí la curiosidad.
Te espero en La Reina Lectora
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