A finales de
1994 se celebró en la sala de subastas Christie’s una reñida puja que terminó
cuando Bill Gates dio la orden de poner sobre el tapete casi 31 millones de
dólares y se hizo con un códice antiguo, propiedad de Armand Hammer. Este
empresario lo había adquirido, a su vez, en otra subasta que tuvo lugar en
1980. El propietario original del códice fue Thomas Coke, conde de Leicester,
que se hizo con él en 1717. Su contenido, desde luego, justificaba el interés y
las fuertes sumas económicas que se invirtieron en su adquisición, porque la
obra contenía manuscritos inéditos de Leonardo Da Vinci relacionados con el
mundo de la astronomía, la hidráulica o la paleontología y acompañados por
exquisitos y minuciosos dibujos realizados por él mismo.
Todo esto,
que sucedió tal y como lo cuento, forma parte de la historia auténtica del
Códice Leicester, consultable en Internet. Pero lo que estábamos ya necesitando
era una novela que, rigurosa y bien escrita, nos adentrase en la prehistoria de
esta aventura. ¿Cómo fueron los primeros años ingleses de este rarísimo
documento? ¿Qué controversias generó? ¿A qué polémicas dio lugar? La escritora
Susanne Goga, traducida por Patricia Llosa, nos entrega en estos días su
seductora novela El manuscrito de
Leonardo (Bóveda), que tiene como protagonista a la hermosa e inteligente
Georgina Fielding, una muchacha cuyos orígenes están aturdidos por la niebla
(jamás conoció la identidad de su padre) y que, a la vez que recibe de sus
familiares una estricta educación victoriana, aprende de su tía abuela Agatha a
ser una mujer independiente y alejada de los ñoños convencionalismos que la
sociedad se empeña en verter sobre ella. Su amistad infantil con Mary Anning
(una de las pioneras de la paleontología), su constante desafío a las normas
machistas (se llega a disfrazar de varón para asistir a una clase universitaria
donde no admiten a mujeres), su relación con el periodista alemán Justus von
Arnau, su rechazo a verse comprometida matrimonialmente con el estirado médico
St. John Martinaw y, sobre todo, el descubrimiento de que su difunto padre le
dejó en herencia una hoja escrita por Leonardo da Vinci, irán enriqueciendo la
novela con enigmáticas revelaciones que sólo al final de la misma se unirán
para formar una explicación coherente de su pasado.
Pero, por
encima de todos los enredos sentimentales, trucos narrativos y elementos
deliberadamente manipulados que figuran en todo bestseller, El manuscrito de Leonardo brilla porque
la autora ha dibujado con primor en sus páginas el ambiente religioso y
científico que rodeó a los primeros años de la paleontología, con sus
rocambolescas explicaciones sobre los fósiles, su estupor a la hora de
armonizar el texto bíblico con las evidencias que la ciencia iba suministrando
y con las torturas morales (a veces terribles) que acometieron a aquellos
pioneros. Introduciendo en la obra a personas reales (como la ya mencionada
Mary Anning o el sorprendente William Buckland, un clérigo que compaginó sus
tareas religiosas con las científicas, que nos legó la primera descripción
completa de un dinosaurio y que encontró restos de los primeros homínidos que
habitaron en el Reino Unido) y mezclándolas con personajes ficticios, Susanne
Goga consigue un meritorio fresco de la Inglaterra del siglo XIX, con sus
intransigencias, sus modales almidonados y su apertura a la ciencia moderna.
2 comentarios:
Recientemente se ha hallado un manuscrito en Málaga
Recientemente se ha hallado un manuscrito en Málaga
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