Decía Carlos Rico-Avello, en un libro minucioso,
casi impertinente, sobre el Fénix de los Ingenios (Lope de Vega, flaquezas y dolencias, Madrid, 1973), que “del genio
no hay que desperdiciar ni las migajas”. Y la sentencia, siempre que sea
entendida en su vertiente más elogiosa y más admirativa, habría que aplicársela
también al canario Benito Pérez Galdós, gigante de la novela del siglo XIX que,
aparte de obras tan prodigiosas como Fortunata
y Jacinta, Misericordia o los ciclópeos Episodios
nacionales, también nos legó pequeñas joyitas como ésta que hoy nos ocupa,
publicada por la editorial Rey Lear.
En el mes de septiembre de 1889, el novelista
español decidió visitar la casa de William Shakespeare, donde nació el escritor
que, en palabras de Pérez Galdós, construyó sus obras de teatro y sus poemas
“con una maestría no igualada por ningún mortal” (p.46). La admiración que se
advierte en don Benito por el genio de Stratford es enorme, y así lo atestiguan
las citas que podrían irse espigando a lo largo de todo el volumen: “el
soberano hacedor de humanidades vivas, Guillermo Shakespeare” (p.22), “el más
grande hijo de Inglaterra” (p.55), “el dramaturgo que ha sido y será siempre
asombro de los siglos” (p.60), etc. La generosidad del narrador canario es
absoluta, y no muestra vacilación a la hora de reconocer la excelsa calidad del
inglés. Por tanto, la visita a su casa adquiere unos tintes casi religiosos
(llega a compararla con una “Jerusalén literaria” en la página 28), que lo
autorizan a emitir dictámenes tan taxativos como el que aparece en la página
36, que resume su sentir ante la vivienda donde vio la luz primera el genial
autor: “Shakespeare vivirá eternamente y su humilde morada despertará más
curiosidad y admiración que todos los palacios de príncipes y magnates”.
Por las hojas de esta obrita (auténtica
delicatessen para aficionados a la buena literatura) desfilan además los
nombres de otros escritores de prestigio, a los que Galdós recuerda o menciona
en relación con William Shakespeare: Charles Dickens, Thackeray, Chaucer,
Walter Scott, Washington Irving, Goethe, lord Byron... e incluso Miguel de
Cervantes.
En suma, un breve jardín sosegado por el que pasear
en compañía de algunos de los mejores escritores de todos los tiempos, leídos,
amados y puestos en relación por Benito Pérez Galdós, el novelista más grande,
versátil y enérgico que ha visto España desde el siglo XVIII para acá. ¿Quién
puede negarse, en su sano juicio, a emprender dicho paseo?
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