A las personas que no sienten curiosidad por el
mundo de los misterios arqueológicos o que no conocen muchos detalles acerca de
sus asombrosos meandros, el término “ooparts”
les sonará a chino. Por tanto, convendrá que lo definamos de la forma más
simple posible: un oopart en un objeto que, por su asombrosa textura, forma o
utilidad, choca con su entorno de un modo flagrante y constituye una anomalía histórica
sin explicación. Algo así como descubrir una tablet o unas gafas en un estrato
del mesozoico. Los investigadores Juan José Sánchez-Oro (Madrid, 1970) y Chris
Aubeck (Londres, 1971) acaban de publicar en el sello Luciérnaga un volumen
donde se ofrece abundante información acerca de algunos de estos ooparts.
En la obra se realiza una selección muy cuidadosa
de los más célebres, como por ejemplo ese perfecto ejemplar de trilobites que
se conserva con una inesperada “huella de zapato” encima; el martillo que se
encontró incrustado en una roca del Cretácico; el mapa de Piri Reis, donde
aparece dibujada la costa de América antes de que Colón llegase allí; la
imposible convivencia de huellas humanas y de dinosaurios en estratos antiguos
fosilizados del río Paluxi (en los Estados Unidos); las inauditas figuras de
Acámbaro, que representan a algunas especies de dinosaurios en una época en que
los indígenas mexicanos ignoraban su existencia; las célebres calaveras de
cristal que terminaría popularizando el cineasta Steven Spielberg en una de las
aventuras de Indiana Jones; el complejo mecanismo de Antikythera, donde las
ruedas dentadas se ensamblan entre sí de un modo enigmático y prodigioso; la
losa sepulcral de Palenque (Yucatán), en la que parece contemplarse con nitidez
a un astronauta subido en su nave... Los fenómenos extraños y los objetos
inexplicables se ordenan y comentan con todo lujo de detalles en este libro.
Pero lo más sorprendente del asunto es que los
autores, lejos de dejarse llevar por la típica parafernalia esotérica (que
mancha y vuelve ridículos tantos volúmenes infumables de este género), van
desmontando uno a uno todos los ooparts, encontrándoles en un 90% de los casos
una explicación plausible con razones históricas, artísticas o científicas. No
se trata, en absoluto, de negar la existencia de fenómenos u objetos
inexplicables, sino de insistir en que para dar por bueno un oopart “deberíamos
contar con pruebas de calidad. Lo contrario obliga a caminar siempre por el
peligroso alambre de la pura especulación o la libre interpretación, donde
acostumbran a pasear, también, muchos funambulistas de la verdad” (página 111).
La parte final del tomo me ha parecido
especialmente llamativa, porque muestra ejemplos de ooparts que, no siendo tan
conocidos, desafían aún las explicaciones ofrecidas por el siglo XXI, como ese
pilar de hierro de siete metros de altura que se yergue en las inmediaciones de
Nueva Delhi desde hace mil años y que no presenta signo alguno de oxidación; o
ese acero de Damasco cuya composición química ha sido un auténtico quebradero
de cabeza para los especialistas durante centenares de años; o el misterioso
vaso de Licurgo, que no ha sido explicado sino muy recientemente, gracias a la
nanotecnología. ¿Cómo es posible que personas de hace siglos, con unos
conocimientos técnicos que suponemos rudimentarios, pudieran concebir y llevar
a la práctica esos objetos inigualables? Libros como éste nos ayudan a mantener
la mente siempre abierta.
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