Anatole France, en el capítulo XVII de
su casi olvidado libro El jardín de
Epicuro, explicó que “si se mata la pasión, se mata con ella todo”. Y tan
luminoso aserto es el que parece guiar la existencia de los personajes
principales de esta obra: Henri, un chico pobre de baja estatura que, saliendo
de un poblacho más bien insignificante de la Francia rural, termina sirviendo de camarero a
Napoléon Bonaparte (que adora su habilidad para preparar el pollo y su escasa
altura, y que le permite mirarlo desde arriba); y Villanelle, la hija de un
barquero veneciano, que nace con los dedos de los pies unidos por una membrana
(como los ánades), la cual se enamora de otra mujer y que acaba trabajando como
prostituta con los soldados imperiales.
Sus dos historias, aparentemente tan
distanciadas, acaban por unirse. Henri, después de haber sentido una enorme
pasión acrítica por Bonaparte, similar a la que sintieron los demás franceses
de su tiempo (“Estamos enamorados de él”, indica explícitamente en la página
20), comprende que su megalomanía los lleva de guerra en guerra, sin que nunca
lleguen a nada, y acaba desertando de sus ejércitos durante la campaña de Rusia
(en el año 1813). Villanelle, una vez entregado y perdido su corazón ante la
dama de sus sueños (que está casada con un anticuario), contrae matrimonio con
un hombre violento e indeseable, que la venderá al general Murat para que la
use de “visitadora” con sus hombres. Ambos acabarán huyendo juntos, y cruzarán
media Europa a pie, hasta llegar a Venecia, donde se refugian en la casa de los
padres de Villanelle. Y será entonces cuando, inesperadamente, sus vidas
alcancen su mayor grado de dolor y de peligro.
La novela contiene deliciosos episodios
de humor (por ejemplo, cuando nos refiere entre las páginas 64 y 65 la curiosa
historia teológica en virtud de la cual se sugiere que Dios violó a la Virgen , porque
prácticamente no le dio opción para elegir. Y que por eso ella escucha hoy con
más amor a las mujeres que a los hombres), pero también algunas frases donde
brillan la filosofía (“Hablar de felicidad es como intentar atrapar el viento.
Es mucho más fácil dejar que nos envuelva”, pág. 44), la psicología (“¿Importa
con quién se pierde cuando uno pierde?”, pág. 68), la sociología (“Los
vencedores pierden cuando se hartan de ganar”, pág.184), o donde se llega
incluso al aforismo lírico (“La vida es un idioma extranjero”, pág.100).
Jeanette Winterson publicó La pasión en el año 1987, y ahora la
editorial Lumen, dos décadas después, nos ofrece la obra en la traducción de
Elena Rius, en un formato manejable y de hermosa presentación. Aceptemos la
pauta central de la obra (“El hombre no puede existir sin pasión”, pág.107) y
sumerjámonos en la lectura con todo nuestro entusiasmo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario