jueves, 5 de febrero de 2015

Secretos del Arenal



A finales del año 2008 cayó en mis manos una novela que se titulaba La sangre de los crucificados. No conocía de nada a su autor (el vizcaíno Félix G. Modroño), así que tuve que enfrentarme a ella sin más referencias que lo escrito en sus páginas. Pero muy pronto su lenguaje, el ritmo de la narración y la gran elegancia de su estructura me convencieron de que me encontraba ante un libro notable. Al año siguiente, el autor lanzaba a las mesas de novedades otra de sus producciones, Muerte dulce, que volvía a estar protagonizada por don Fernando de Zúñiga, médico e investigador salmantino del siglo XVII; y de nuevo sentí el impacto de una obra hermosa y memorable. Así que cuando en el año 2012 se dejó caer con La ciudad de los ojos grises (ambientada en la zona de Bilbao y donde pulsaba resortes más melancólicos e intimistas), no tuve reparos en terminar mi reseña con estas palabras: “Tenemos novelista para rato, créanme”.
Ahora, la concesión del XLVI Premio de novela Ateneo de Sevilla a su obra Secretos del Arenal parece confirmar mi juicio. En sus páginas hallamos dos historias en principio distintas, pero que terminarán confluyendo de un modo ingenioso y bien pautado. La primera nos sitúa en la Sevilla de 1941, en la que el joven periodista Martín Villalpando se enamora de una muchacha de fascinantes ojos verdes, llamada Olalla Carmona, de una buena familia que ha sido destrozada por la guerra civil. Justo en esos momentos, Francisco Franco se ha desplazado a la capital hispalense para entrevistarse con el dirigente luso Oliveira Salazar. Y brota un rumor de fondo que empapa toda la secuencia: se está organizando un atentado para acabar con la vida del dictador. La segunda de las historias nos coloca a finales del siglo XX, en el norte de España, donde la joven fotógrafa Silvia Santander, hijo de un importante empresario vinícola y hermana de una chica asesinada cruelmente, conoce a Mateo Uriarte en una cata celebrada en 1995. A partir de entonces comenzarán a vivir una singular aventura de alto voltaje sexual, que se prolongará diecisiete años después por una vía insospechadamente misteriosa y relacionada con el mundo del correo electrónico.
Las dos historias tienen entidad narrativa independiente, y casi podrían haber constituido dos novelas aisladas, pero un elegante giro de muñeca de Félix G. Modroño las hace confluir y mezclarse ante los ojos de los lectores, que se van dando cuenta poco a poco de los nexos que las vinculan, y de las simetrías que mantienen: dos mujeres infamadas y heridas en lo más hondo; dos venganzas largamente meditadas y ejecutadas bajo un disfraz; dos historias de amor que sufren erosiones externas; dos ciudades que quedan unidas por la magia novelesca del autor.
Pero que no teman los lectores menos avezados: Félix G. Modroño no plantea en ningún momento experimentos narrativos de complicada textura a la hora de construir su ficción. Por el contrario, lo que hace es desarrollar ambas fabulaciones de forma alterna y dejar que vayamos poco a poco advirtiendo sus vínculos, hasta que en las páginas últimas nos revela los matices finales de la trama, de forma tan elegante como sobria.

Estamos, pues, ante la posible consagración del escritor vizcaíno, que con la concesión del premio Ateneo de Sevilla dispondrá de mucho más crédito entre los críticos y los lectores, lo que servirá para que todos ellos comprendan que este novelista no es flor de un día, ni autor de una sola obra de éxito casual, sino que es un narrador solvente, aquilatado y firme, que ha venido al mundo de la literatura española para quedarse.

1 comentario:

Álvaro Produce dijo...

Más información en: www.felixmodrono.com