Los seres humanos, pese a los esfuerzos que hizo el
filósofo prusiano Immanuel Kant para mostrar lo contrario, no somos máquinas: en
ocasiones, ascendemos a instantes de gloria; otras veces, nos sumimos en
abismos de ignominia; hay días en que nos dejamos vencer por flaquezas y otros
en que nos aferramos a la rectitud con ademanes de héroe o de santo; por
momentos, parecemos puros o viles, sin que la transición de un estado al
siguiente admita una explicación razonable. No sólo la donna è mobile: también
los hombres lo somos.
En la novela Veinticuatro
horas en la vida de una mujer, de Stefan Zweig, que traduce María Daniela
Landa para el sello Acantilado, nos encontraremos con la figura de madame Henriette,
una mujer casada que, para sorpresa y escándalo de todo el mundo, abandona a su
marido de la noche a la mañana y se fuga con un joven de nacionalidad francesa.
En el lujoso lugar donde se hospeda este rico matrimonio burgués, el incidente
se convertirá inevitablemente en tema de conversación. Todos consideran que la
actitud de madame Henriette ha resultado inexplicable y sin lugar a dudas bochornosa,
pero el narrador la defenderá con vehemencia: piensa que un amor puede irrumpir
en nuestra vida de una manera tan fuerte, tan arrebatadora, tan huracanada, que
nos perturbe y nos arrastre sin que podamos oponernos. Como es lógico, en la
sociedad bienpensante que lo circunda todos cargan contra ese argumento
sentimental y le oponen algunas consideraciones con tintes morales o sociales...
excepto la anciana inglesa Mrs. C., que después de escucharlo con interés y
formularle algunas preguntas cita al muchacho en su habitación y le cuenta una
larga y antigua historia en la que ella fue protagonista y que viene a darle la
razón en el caso de madame Henriette.
Con la habitual elegancia de su prosa, Stefan Zweig
nos hace reflexionar sobre la delgada línea que separa la fidelidad de la
ruptura, y cómo, en ocasiones, resulta inútil luchar contra el Destino, el Azar
o el Amor. Una novela tan inquietante como bella, que se puede leer en una
tarde de domingo.
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