sábado, 14 de febrero de 2015

El androide y las quimeras



Tal vez la más gloriosa magia que atesore un buen narrador radique en ser capaz de construir mundos extrayéndolos de su fantasía y de su mirada. Ese raro prodigio consiste en que, manejando una serie de materiales heteróclitos, acierte a diseñar con ellos la arquitectura de un universo propio, inconfundible. El lector menos sagaz puede comprobarlo leyendo a Borges, a Cortázar, a Poe.
El mexicano Ignacio Padilla (al que conocemos ampliamente desde que en el año 2000 obtuviera el premio Primavera por su obra Amphitryon) demuestra en esta colección de relatos que pertenece de pleno derecho a la reducida nómina de aquellos escritores que poseen una mirada, un modo particular de contemplar las cosas y de escribirlas. La editorial Páginas de Espuma es el sello que se encarga de entregarnos la obra.
Doce historias nos son propuestas en este volumen, y cada una de ellas se erige en monumento por un mérito distinto: “Las furias de Menlo Park” (premio NH de relatos en 2003), por su retrato lírico y enérgico a la vez del inventor Thomas Edison y de una pobre empleada suya, que mereció un destino aciago; “Romanza de la niña y el pterodáctilo”, por la elegancia de su construcción; “Guía de ruso para principiantes”, por el particular humor que la anima (que sin duda hubiera encantado al argentino Julio Cortázar); “Antes del hambre de las hienas”, por el súbito escalofrío que provoca imaginar a las ménades lapidarias que lo protagonizan; “Galatea en Brighton”, por el modo cruel y frívolo en que se retoma un argumento pigmaliónico; “Of Mice and Girls” y “Circe en Galápagos”, por los misterios que el autor deja flotando, para que sean desentrañados por los lectores del libro; “Miranda en Chalons”, por sus eficaces reflexiones sobre la culpa... Miradas donde fulge el enigma, donde se esculpen atmósferas de sofoco o de fiebre, y donde los personajes se ven sometidos a fuerzas impetuosas que los zarandean y arrastran.
Ser escritor no es solamente contarnos una historia, sino urdir un modo especial de contárnosla; fabricar las condiciones de la sugestión, el convencimiento o el ahogo; descubrir el punto exacto donde debe colocar la silla para que el lector contemple los acontecimientos; resolver cuál es el ángulo más adecuado para colocar su cámara.

Ignacio Padilla, que arbitra en cada relato de este libro un mecanismo diferente de seducción, nos entrega en El androide y las quimeras (segundo volumen de su serie “Micropedia”) doce píldoras narrativas que son como doce pagodas: perfectas, atrayentes, misteriosas, únicas. Un regalo para la sensibilidad y para todos aquellos paladares que sigan disfrutando con la buena literatura.

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