Tal vez la más gloriosa magia que atesore un buen
narrador radique en ser capaz de construir mundos extrayéndolos de su fantasía
y de su mirada. Ese raro prodigio consiste en que, manejando una serie de
materiales heteróclitos, acierte a diseñar con ellos la arquitectura de un
universo propio, inconfundible. El lector menos sagaz puede comprobarlo leyendo
a Borges, a Cortázar, a Poe.
El mexicano Ignacio Padilla (al que conocemos
ampliamente desde que en el año 2000 obtuviera el premio Primavera por su obra Amphitryon) demuestra en esta colección
de relatos que pertenece de pleno derecho a la reducida nómina de aquellos
escritores que poseen una mirada, un modo particular de contemplar las cosas y
de escribirlas. La editorial Páginas de Espuma es el sello que se encarga de
entregarnos la obra.
Doce historias nos son propuestas en este volumen,
y cada una de ellas se erige en monumento por un mérito distinto: “Las furias
de Menlo Park” (premio NH de relatos en 2003), por su retrato lírico y enérgico
a la vez del inventor Thomas Edison y de una pobre empleada suya, que mereció
un destino aciago; “Romanza de la niña y el pterodáctilo”, por la elegancia de
su construcción; “Guía de ruso para principiantes”, por el particular humor que
la anima (que sin duda hubiera encantado al argentino Julio Cortázar); “Antes
del hambre de las hienas”, por el súbito escalofrío que provoca imaginar a las
ménades lapidarias que lo protagonizan; “Galatea en Brighton”, por el modo
cruel y frívolo en que se retoma un argumento pigmaliónico; “Of Mice and Girls”
y “Circe en Galápagos”, por los misterios que el autor deja flotando, para que
sean desentrañados por los lectores del libro; “Miranda en Chalons”, por sus
eficaces reflexiones sobre la culpa... Miradas donde fulge el enigma, donde se
esculpen atmósferas de sofoco o de fiebre, y donde los personajes se ven
sometidos a fuerzas impetuosas que los zarandean y arrastran.
Ser escritor no es solamente contarnos una
historia, sino urdir un modo especial de contárnosla; fabricar las condiciones
de la sugestión, el convencimiento o el ahogo; descubrir el punto exacto donde
debe colocar la silla para que el lector contemple los acontecimientos;
resolver cuál es el ángulo más adecuado para colocar su cámara.
Ignacio Padilla, que arbitra en cada relato de este
libro un mecanismo diferente de seducción, nos entrega en El androide y las quimeras (segundo volumen de su serie
“Micropedia”) doce píldoras narrativas que son como doce pagodas: perfectas,
atrayentes, misteriosas, únicas. Un regalo para la sensibilidad y para todos
aquellos paladares que sigan disfrutando con la buena literatura.
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