Me resulta imposible, durante la relectura de Mucho ruido y pocas nueces, no ir superponiendo a cada parlamento de Benedicto, Beatriz, don Pedro o don Juan, los rostros de Kenneth Branagh, Emma Thompson, Denzel Washington o Keanu Reeves, porque la versión cinematográfica que se hizo de esta pieza en el año 1993 me produjo una impresión indeleble. En pocas ocasiones, creo, el espíritu de una comedia de Shakespeare ha sido tan bien entendido y tan deliciosamente respetado como ahí. Y en pocas ocasiones el dramaturgo inglés produjo una comedia más brillante y variada: amores espontáneos (como los de Claudio y Hero), amores inducidos (como los de Benedicto y Beatriz), rencor (el bilioso don Juan), muerte fingida, misoginia, juegos de palabras, lealtad, máscaras, música, bailes, traición... Todo un cosmos sutilmente orquestado, que se lee con un infinito gusto y con desbordante admiración.
Me quedo también con una frase que no aparece en la película pero que revela el talento de Shakespeare para construir palabras hermosas sobre ideas banales. Ante las confusas explicaciones que le están dando Claudio para justificar su amor por la casta Hero, el príncipe de Aragón sonríe y asevera: "¿Qué falta hace un puente más ancho que el río?" (Acto I, escena I). Por fortuna, William Shakespeare se tomó la molestia de construir, dramáticamente, los puentes más hermosos del mundo.
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