¿Qué vómito se agolparía en la garganta de un
hincha de fútbol que descubriese en la grada, muy cerca de él y animando a su
mismo equipo, a quien fue su sádico torturador durante la época de la dictadura
militar que afligió al país? ¿Qué sentiría un profesor judío si, en el año
1918, recibiera en sueños las órdenes inexcusables de Dios para que fuera
exterminando a unos niños que, apenas veinte años después, se convertirían en
sanguinarios miembros del partido nazi? ¿Se atrevería usted, si fuera
adolescente y acabara de ver morir a su mejor amigo, a cumplir su última
voluntad: es decir, proceder a su exhumación y entregar su cuerpo a la acción
purificadora de las llamas? ¿Qué imágenes, qué recuerdos y qué melancolías
brotan en la mente de una anciana aquejada de alzheimer cuando descubre en el
garaje de su hogar, lleno de polvo, el piano con el que recorrió Europa como
concertista durante su juventud? ¿Hasta dónde conseguiría llegar un hombre guapísimo
que se propusiese, como única meta en su vida, provocar el amor en mujeres ya
casadas, con el fin de destruir sus matrimonios (institución que odia)? ¿Qué
secreta y macabra ilusión mueve a los habitantes de una aldea para pedirle a
Dios que desplome sobre ellos los fragmentos de la nave Skylab, que vaga sin
rumbo por la atmósfera?
Pues argumentos como ésos son los que dan pie a
Juan Bonilla (Jerez de la Frontera, 1966) para construir los espléndidos
relatos que conforman este volumen. Y es que este escritor viene demostrando
desde hace años que no le tiene miedo a ninguna propuesta narrativa, por
extrema o casi inverosímil que ésta pueda antojarse; y que en su pluma los
argumentos que harían temblar de vacilación a escritores más curtidos, no son
sino acicates con los que siempre consigue seducir (y no es pequeño logro) a
sus lectores.
No faltan tampoco en este tomo las alusiones
feroces e indisimuladas a algunos de sus colegas, como Umberto Eco o Arturo Pérez-Reverte.
Así, en la página 204, cuando habla de “esas tramas pseudointelectuales que
venden miles de ejemplares y después se convierten en películas gracias a que
su autor, además de novelista, es catedrático en la Universidad de Bolonia o
reportero de guerra”. Pero al margen de polémicas más o menos agrias La noche del Skylab es un libro inusitadamente
bien escrito, que deja bien claro que Juan Bonilla no es un bluff, sino una de las voces más sólidas
y prometedoras de la literatura española actual. Con esa certidumbre, me
parece, hay que leer este volumen.
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