Durante muchos años, en el imaginario
colectivo, el hombre de la silla de ruedas fue Ironside, aquel investigador
corpulento, poco expresivo y siempre con el traje puesto, que interpretaba
Raymond Burr. Pero desde entonces la imagen ha sido suplantada por una otra
radicalmente distinta: la de un tipo escuchimizado, muy expresivo y con la ropa
casi siempre hecha un gurruño. Hablamos, como es lógico, de Stephen William
Hawking, el físico teórico nacido en Oxford en enero de 1942 y que se ha
convertido desde los años 80 en un auténtico icono mediático. No sólo por
padecer esclerosis lateral amiotrófica (ELA) y haber sobrevivido durante
décadas a la enfermedad, contra todo pronóstico; sino porque existe un consenso
más o menos generalizado a la hora de considerar que es una de las mentes más
luminosas, privilegiadas y enérgicas que ha dado el siglo XX en el ámbito de la
ciencia.
Kitty Ferguson, autora de esta
biografía que ahora traducen Julia Alquézar y Ana Guelbenzu para la editorial
Crítica, afirma en la página 33 que Hawking es «uno de los gigantes
intelectuales de nuestro mundo moderno, y una de sus figuras más heroicas», y
seguramente no le falta razón. Para concedérsela sólo tenemos que imaginar a un
hombre que lleva décadas postrado en una silla de ruedas y que se comunica
mediante un ordenador porque ya no atesora la capacidad del habla. Pero esas
monstruosas limitaciones no le han impedido convertirse en uno de los teóricos
más brillantes de las matemáticas y la astrofísica. Ésa es, podríamos decir, la
parte que todos conocemos de Stephen Hawking, porque ha aparecido docenas de
veces en periódicos y televisiones. Pero la investigadora Kitty Ferguson nos
acerca a muchos otros aspectos del científico oxoniense que resultarán
chocantes a la gran mayoría del público. Por ejemplo, que Hawking fue un
estudiante perezoso y gamberro; que colaboraba como timonel en el club de remo
de su universidad; que cuando ya era un genio reconocido internacionalmente, el
Departamento de Salud del Reino Unido le negó la subvención necesaria para
comprarse una silla de ruedas eléctrica (año 1975); que siempre ha conducido su
silla «como un bólido imprudente dando por supuesto que tenía prioridad. Sus
conocidos pensaban que era más probable que muriera arrollado por un camión que
de la ELA» (página 193); que tras una noche de fiesta cantó Yellow submarine, de los Beatles, en un
karaoke, utilizando su sintetizador de voz (páginas 205-206); que en una
ocasión pisó con su silla al príncipe Carlos de Inglaterra y se difundió el
rumor de que deseaba hacer lo mismo con Margaret Thatcher (Hawking declaró al
respecto: «Se trata sólo de un rumor malicioso. Pisaré con la silla a
cualquiera que lo repita», página 111); que tuvieron que hospitalizarlo a causa
de un accidente “sillístico” («Tuve un enfrentamiento con una pared unos días
antes de Navidad, y ganó ella», nos dice el físico en la página 249); o que se
le concedió el capricho de aparecer en un capítulo de su serie favorita, Star Trek.
Pero todas estas jugosas anécdotas, que
pueblan una de las mitades de este libro, no deben oscurecer la otra sección:
aquella que resume y explica algunas de sus aportaciones colosales al mundo de
la ciencia actual. Vemos ahí lo que Stephen Hawking piensa acerca de los agujeros
negros, la materia oscura del universo, la teoría de las supercuerdas, la
gravedad N=8, los agujeros de gusano o la curvatura del espaciotiempo. Y ahí,
me temo, serán pocos los lectores que conseguirán seguir los razonamientos del
volumen. No porque Kitty Ferguson no se explique con toda la claridad posible
(que lo intenta), sino porque la materia en sí es tan abstrusa y tan coloidal
que se escurre entre las neuronas de un lector medio. Yo aconsejaría, de todas
formas, que se intentase. Hace tiempo que sabemos que la ciencia avanza desde
hace décadas por senderos cada vez más anonadantes y no parece muy inteligente
dejar que se nos escape ese tren de conocimiento (la noticia que ha saltado a
los medios últimamente acerca del bosón de Higgins formaría parte de esa ruta).
Para estar en el camino de entenderlos, es probable que estas páginas resulten
un documento muy valioso.
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