Me
encuentro, visitando libros de relatos que optaron al premio Setenil, con un
tomo que se titula A Celeste la compré en un rastrillo, del que es
autora Arantza Portabales y que, ilustrado por el murciano Dictinio de Castillo-Elejabeytia,
fue publicado en 2015 por la editorial coruñesa Bululú. Son algo más de cien
textos breves, muy interesantes, con los que la escritora de San Sebastián se
presentaba por primera vez en forma de libro ante el público; y me ha parecido que
la calidad del tomo es notable. Siendo un género complicado, en el que resulta
demasiado fácil deslizarse por los acantilados del chiste o la viñeta, la
autora ha sabido crear atmósferas excelentemente trabajadas, en las que nos
habla de la belleza invisible de los sueños (“En otra vida”); de la inquietante
frialdad inhumana que pueden mostrar las máquinas (“Burocracia”); de los
extremos patológicos a los que nos pueden llegar la religiosidad y la fe
(“Nada”); de las decisiones durísimas que han de ser afrontadas en ocasiones
por personas con problemas insolubles (“Azar”); o de la compasión entendida
como muleta y fingimiento (“Soledad”). Pero donde quizá brilla más la autora es
en los juegos narrativos donde los planos sufren una inversión, que nos termina
invitando a que contemplemos las cosas (como una vez deseó el poeta Federico
García Lorca) “desde el otro lado”. Véanse, por ejemplo, las notables historias
que ella bautiza como “Terrores nocturnos”, “El suicida”, “Luces de neón” o
“Cuentos de niñas”. Y, si concentran su atención, no tardarán mucho en
descubrir que “Monólogos” puede muy bien ser entendido como germen o semilla de
su novela Deje
su mensaje después de la señal, del que ya comenté algunas cosas en
este mismo Librario.
En
suma, que me he paseado por las páginas espléndidas de esta obra con el grato
asombro de constatar que no parece un primer libro, sino el fruto de una
escritora ya cuajada, plenamente dominadora de los recursos narrativos. Así da
gusto.
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