lunes, 17 de julio de 2023

Luz de lluvia

 


Puedo leer cierta prosa (algunas novelas, algunos cuentos, algunos ensayos) con sonido ambiental: conversaciones en la mesa de al lado de la cafetería, petardeo de las motos por la carretera… Pero requiero de un silencio casi sepulcral para adentrarme en la poesía. Seguramente por eso elijo leerla de noche, cuando las presencias humanas, con sus ruidos, se han adormecido o alejado. Hace una semana, leí en esas condiciones Luz de lluvia, de Joan Margarit; y ahora, tras releerla con idéntica ambientación, tecleo unas palabras (insuficientes, seguro que prescindibles) sobre el tomo.

Y es que cuando un poeta me dice que “hace frío en el pasado” (Viaje de invierno) o que “la lluvia de un domingo por la tarde / a veces se parece a nuestro epílogo” (Tarde de lluvia), yo sé que mi obligación, respetuosa y conforme, debe ceñirse a leer esas palabras, dejar que impregnen mi interior y callarme. Cualquier forma de comentario que pudiera dedicarles sería improcedente, por nimia. Me produce una enorme felicidad descubrir cómo Margarit me revela un perfil diferente sobre temas o personajes que conozco: sea sobre la figura de Odiseo (“Quizá un lejano Ulises murió en Troya, / y quizá lo lloró alguna mujer, / pero en el sueño de un poeta ciego / continúas salvándote: /en la frente de Homero, riguroso / y eterno, cada vez que rompe el día, / un solitario Ulises desembarca”), sobre las tumbas de cinco artistas inconfundibles y eternos (Van Gogh, Baudelaire, Rilke, Borges y Brooke) o sobre la perennidad inmaculada del cosmos (“La oscuridad donde una estrella hoy brilla / en la noche de Asiria fue la misma, / y en el bordado firmamento hebreo / o en el cielo nocturno que vieron los caldeos”). Milagros de la mirada y de la palabra, que siempre queda trazada con ritmos deliciosos y que nos deja un silencio ondulante en los oídos.

Casi en susurros, el poeta catalán nos dice en su poema Antes del alba: “El día que aún no empieza es la riqueza”. Y queda en nuestros cerebros y en nuestros corazones detenernos a valorar el tremendo mensaje de esperanza, de fantasía, de gozo, de lucha y de posibilidades que esas pocas palabras encierran.

Seguiré leyéndolo. En silencio y de noche.

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