Dámaso
Alonso lo llamaba “correlación diseminativa recolectiva”; y, aunque este nombre
pueda impresionar por lo alambicado o aparentemente pedantesco de su
formulación, lo cierto es que retrata muy bien el espíritu de La mirada del
orangután, el libro de relatos con el que Chelo Sierra obtuvo el premio
Ciudad de Coria (2016) y luego se convirtió en finalista del premio Setenil
(2017). Descubra por qué el lector curioso, aunque le sugiero que lo haga
después de haber acabado el volumen, para no estropear la gracia del
experimento.
En esta docena de narraciones, ciertamente notables, la escritora madrileña explora los territorios del arte moderno (“Sin título”), de la decepción y la venganza (“Flexiones y reflexiones”), del racismo (“Las chicas de Porahí”), de los extraños comportamientos a los que pueden conducirnos la inactividad y el tedio (“El séptimo mandamiento”), de la traición de los ideales cuando aprietan las urgencias económicas (“Sala de despiece”) o de la forma en que el destino juega con nosotros, colocándonos allí donde se nos espera con las uñas fuera (“Un tema universal”). Y lo hace con una equilibrada utilización de elementos literarios y coloquiales, que aroma sus relatos con un perfume agradabilísimo. Entrar en ellos es un auténtico placer, como el que experimenta quien se sumerge en una bañera caliente; o el que invade el corazón de la persona que, sentada y sin hacer el menor ruido, escucha cómo le cuentan muy bien una historia muy buena. Es tan sencillo (tan difícil) como eso: lograr que nos sintamos oyentes privilegiados; querer escuchar y no desear el fin de la narración; suspirar cuando la última de las palabras vibra en nuestros ojos, en nuestros oídos. Chelo Sierra posibilita esa magia, porque es, como diría Muñoz Molina, la dueña del secreto: en este caso, el secreto de la mejor literatura.
1 comentario:
Si yo supiera escribir reseñas, escribiría una reseña de esta reseña. Me ha encantado.. Gracias.
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