jueves, 25 de mayo de 2023

Los amores de Nishino

 


Recuerdo haber asistido en la universidad de Murcia a una espléndida charla de Juan Espinosa acerca de su padre, de la que se me grabaron en la memoria varios momentos sin duda memorables. Uno de ellos se produjo cuando Juan recordó la pregunta que, según dijo, se quedó con las ganas de formular a su progenitor, antes de que la muerte los separase: ¿Tú quién eres?”. Esa interrogación perpleja es la que parece burbujear en la mente de todas las mujeres que, una vez fallecido Yukihiko Nishino, se acuerdan de él. ¿Quién fue aquel niño, aquel adolescente, aquel joven, aquel hombre, que resultaba tan fascinante, tan brujo, tan indefinible? Gracias a las diferentes narraciones (sucesivas y complementarias) de todas ellas, los lectores podemos ir reconstruyendo, con paciencia, la efigie de aquel ser acuoso, lleno de encanto y silencios, huidas guadiánicas, fragilidades y fortalezas: la forma en que bebía leche de los pechos de su hermana (que acababa de perder un bebé y que los sentía doloridos), su afición por meterse dentro de cilindros de cemento para estar aislado, sus preguntas de niño grande (o de adulto desvalido), su confesada incapacidad para enamorarse, el triste suicidio de su hermana, la torpeza o gravedad de sus frases, su languidez y sus inexplicadas ausencias, la manera en que sonaban sus palabras, los lugares tan variopintos en que lo conocieron o trataron (parques, restaurantes, cursos de cocina, pisos estudiantiles)… Nishino fue un misterio, porque todos lo somos. Pero, en su caso, la envoltura de neblina fue mucho más notoria y más intensa, como si su vida adquiriese perfiles de acuarela en la memoria de cuantas mujeres lo trataron.

Con delicadeza inaudita, las páginas de Hiromi Kawakami nos involucran en un origami de evanescencias, lágrimas, sobrentendidos y sedas, que embriaga de un modo absoluto. En mi caso, me descubrí leyendo lento (no es mi costumbre): era como si las páginas de la novelista tokiota hubieran logrado reducir el número de mis pulsaciones cardíacas. No sé si me estoy explicando demasiado bien. En lugar de esforzarme en convertir en palabras esta emoción, los invito a que la prueben por sí mismos y que luego me digan.

Deliciosa obra, que traduce del japonés Gabriel Álvarez Martínez.

1 comentario:

antonio.garrido.personal@gmail.com dijo...

Pero ¿se vuelve de la lenta braquicardia embriagadora, o te quedas atrapado? Me da miedo.