El
otorrinolaringólogo Adolfo Correia da Rocha (o, para entendernos mejor, el
extraordinario escritor Miguel Torga) no fue un hombre excesivamente dedicado a
la sonrisa, el optimismo o la jovialidad. Él mismo se define en la página 139
de este volumen afirmando: “Yo, que soy la tristeza en persona”. Y tampoco fue
una persona que tuviese en alto concepto al conjunto de sus semejantes (en la
página 143 nos asegura que “donde habitan los hombres habita la inquietud”).
Pero su mirada alcanza unos niveles tales de hondura, y su pluma unos niveles tales
de brillantez, que adentrarse en sus libros constituye un gozo para la
sensibilidad y una expansión para el espíritu.
En Portugal (que traduce Eloísa Álvarez)
nos ofrece sus impresiones de viaje por el Miño, el Algarve, el Alentejo,
Coimbra, las Berlengas y otras zonas del país, que resultan retratadas de un
modo singular, profundo, distinto. Así, nos dice que los habitantes de
Trás-os-Montes “cavan durante toda su vida. Y, cuando se cansan, se echan en el
ataúd con la serenidad de quien llega honradamente al final de un largo y
trabajoso día. Y ahí se quedan, en cementerios de lívida desilusión, esperando
a que la ley de la tierra los convierta en cipreses y granito”; que el
ciudadano de Oporto es “el hombre portugués más libre, más progresista, más responsable
y más capacitado que ha dado nuestra patria”; o que Lisboa, capital del país,
muestra “la hermosura de un panorama que la naturaleza no puede jactarse de
haber repetido”.
Y,
salpicando el texto aquí y allá, reflexiones sobre la autenticidad (“Cuando se
quiere imitar y suplantar lo ajeno, lo que se consigue es reducir lo propio”),
ideas sobre el sentido de la existencia (“La vida es un desempate permanente, y
lo que hace falta es apostar limpiamente, bellamente, a cada número de la
caprichosa ruleta”) o imágenes tan sublimes y tan sorprendentes como la que
esmalta cuando nos habla de la serenidad plácida de un paisaje y nos dice a
continuación que el río que lo atraviesa “se mueve por estricta obligación
profesional”.
No pueden decirse en ciento
cincuenta páginas cosas más hermosas sobre esa “multicolor colcha” que tenemos
al lado de España y a la que prestamos (ay) mucha menos atención de la que
merece, humana y literariamente.
1 comentario:
Soy una enamorada de este país vecino, yo no sé las veces que he podido ir desde la primera vez cuando era pequeña, que me llevaron mis padres, hasta este mismo verano que he vuelto otra vez 😊 no sé ¿qué habré estado, 20 veces, más? es que he perdido hasta la cuenta, me encanta recorrerlo de arriba abajo, me encanta sus calles, su gente, su gastronomía, sus paisajes, sus playas, me gusta todo 😍 ¡buen libro!
Besitos 💋💋💋
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