Quizá la
gran búsqueda que todos acometemos durante la vida, aparte de perseguir indesmayables
la felicidad, consista en descubrir a nuestros dioses verdaderos, entronizarlos
en nuestro Olimpo, tributarles adoración y rendirnos al disfrute de sus
excelencias. Es lo que hace literariamente Manuel Moyano en las páginas de Mamíferos que escriben, el exquisito
libro que acaba de publicarle Newcastle Ediciones: un catálogo minucioso de
escritores, músicos y cineastas que lo han conmovido durante décadas y a
quienes ofrenda aquí el acanto de su admiración, tras haberlo reproducido
capítulo a capítulo en la extinta revista El Kraken.
Comienza
su recorrido con el norteamericano Paul Auster, uno de los autores que en su
opinión “llegan a modificar nuestra percepción de la realidad” gracias a una
forma de escribir que consiste en “echar una piedra a rodar y sentarse a ver
qué pasa”. Después se ocupa del misántropo, racista, solitario y huraño
Lovecraft, arquitecto de mitologías tenebrosas y fraguador de dioses
nauseabundos, que lo fascinó desde su juventud gracias a la lectura de la
novela El caso de Charles Dexter Ward
(obra que el propio Lovecraft desdeñó). A continuación se aplica a componer una
semblanza sobre Cioran, al que dedica seis páginas de difícil mejora, con las
que retrata íntimamente al genio lánguido de Rasinari. No menos fervoroso es su
retrato de Bukowski, al que comenzó a leer a los veinte años y del que se
despide con un párrafo memorable: “Estaré siempre entre el grupo de sus
admiradores. Es más, me encontraré siempre entre sus amigos. Salud, viejo Hank.
Esto va por ti. Nos veremos en el jodido infierno”.
Se
desplaza después al mundo del cine para hablarnos de Stanley Kubrick, autor de
“incuestionables cimas del arte realizado por el hombre sobre este planeta”, y
al de la música, declarándose “dylanita” irredento, pese a la “incomprensión
hacia mi trastorno por parte de padres, hermanos, esposa y, ahora, hijos”. Y,
tras ese paréntesis, retorna al mundo de la literatura con Bioy Casares; el
dipsómano Dylan Thomas; el malogrado Federico García Lorca, del que se decanta
por la lírica (“Personalmente, no creo que sobreviva su teatro”); el cronopio
Julio Cortázar o el escasamente comprendido Álvaro Cunqueiro.
Al final, los lectores
comprendemos que nos encontramos ante una auténtica delicatessen, a la que nadie con buen paladar literario debería
renunciar.
2 comentarios:
Para la ropa o para los hombres puede que mi gusto deje mucho que desear 😂 pero literariamente hablando soy muy sibarita, este me lo apunto.
Besitos 💋💋💋
Hubiera dicho algo sobre este delicioso librito, pero lo has hecho tú antes y mejor. Coincido en todo.
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