Termino El alba del alhelí, de Rafael Alberti,
que no considero un libro meritorio. En sus primeras páginas, sí, me encandiló
su gracia saltarina, y sus poemas religiosos dulcemente alígeros, pero pronto
se diluyó la magia. Me han gustado mucho en las relecturas (lo dejé debidamente
consignado en reseñas anteriores) tanto Marinero
en tierra como La amante, pero en
estas páginas me he sentido defraudado. Es, desde luego, una prolongación
formal, temática y emocional de los dos anteriores; y ahí es donde encuentro
que está el problema: en que sigue y sigue y sigue una línea ya trillada. No
percibo ningún tipo de innovación, ninguna variante significativa. Es como si
la alfaguara se hubiera secado y no promoviera sino repeticiones.
Las
publicaciones posteriores del gaditano demostraron que no era así, y que fue
capaz de ir variando los ritmos, las técnicas, los metros, para construir una
obra muy variopinta y valiosa, donde el surrealismo, el compromiso político o
la memoria completaron senderos admirables. Por eso seguimos leyéndolo con
agrado, con aplauso y hasta con veneración.
Pero,
según entiendo, El alba del alhelí es
bastante prescindible: son poemas ya redactados –mucho mejor– en otros libros.
1 comentario:
¡Hola mi querido profesor! pues no lo he leído, pero yo soy de esas que se quedaron enamoradas con "Marinero en tierra" y que me parece muy difícil de superar, después te leo y la verdad, no me entran ganas de leerla, y es que: nadie es perfecto 😉
Besitos 💋💋💋
Publicar un comentario