sábado, 7 de julio de 2018

Bebop Café




Pongámonos en situación enumerando algunos de los hilos de este tapiz: tenemos por un lado a Fran, que trabaja en una academia y vive en un piso de soltero donde las fotografías en las paredes, los discos de jazz, las cervezas en el frigorífico y la penumbra son los rasgos principales; tenemos también a Jorge, un amigo suyo que entra y sale de allí a su libre arbitrio y que gorronea su alcohol y su sofá; luego está Esther, amiga de Fran y que dispone de un local (el que da título a la novela) donde trabaja el ruso Boris; tenemos también a Genaro, un vagabundo más bien zumbado que vigila el coche de Fran; y tenemos a la Gran Ausente, Ana Valdivia, antigua novia de Fran quien, viendo el panorama de su inmadurez y su falta de empatía, optó por romper la relación y marcharse bien lejos.
Ahora introduzcamos un chirrido en la maquinaria: en el parabrisas del coche de Fran empiezan a aparecer misteriosas notitas que lo terminan conduciendo hasta Granada, donde al parecer estuvo con Ana y donde, también al parecer, se hundió su noviazgo. Y he insistido en la fórmula “al parecer” porque Fran no recuerda haber estado jamás, ni con Ana ni sin ella, en la ciudad andaluza. No obstante, cuando llega allí sí que comienzan a aflorar algunas imágenes que tenía hundidas en el fango del olvido.
No explicaré quién es el enano libidinoso que se acerca hasta él, ni por qué un travelo rondará su habitación, ni quién es el muerto que aparece a pocos metros de Fran, ni qué busca el inspector de policía cartagenero que lleva años dando vueltas alrededor de Fran… Es tarea del lector descubrir, paso a paso, los trepidantes entresijos de esta novela, cuyo final hará tambalearse todas las ideas que haya ido atesorando durante su desarrollo.
Tahúr habilidoso, prestidigitador de la trama, Luis Sánchez Martín plantea en estas páginas una ficción llena de sorpresas, con más vueltas de tuerca que una novela de Onetti.

1 comentario:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Es difícil resistirse a un libro tras leerte, pero es que en esta ocasión, además el libro va llamándonos por nuestros nombres para que nos lo llevemos a casa, así qué...Cronos, ponte de mi parte que este me lo llevo.

Besitos.