Un nazi (el Rottenführer
Merz) se
lo dijo a Simon Wiesenthal cuando éste le indicó que alguna vez contaría los
horrores del genocidio: “No le creerían. Dirían que usted se había vuelto
loco y hasta quizá le encerraran en un manicomio. ¿Cómo podría nadie creer semejante
horror sin haber pasado por él?”. La frase, con la que se cierra este volumen,
es tan exacta como aterradora. Porque de eso se trata, precisamente, en este
libro. De escuchar y leer sobre lo imposible, para comprender que el ser humano
es capaz de atrocidades como ésta. De acudir a otros libros, a actas
judiciales, a fotografías, a miles de otros documentos, para darnos cuenta de
que lo infernal fue terrenal durante aquellos años.
Los asesinos entre nosotros supone el trabajo de
localización que durante muchos años desarrolló este arquitecto austrohúngaro,
antiguo prisionero del campo de exterminio de Mauthausen, para poner ante la
justicia a los criminales nazis que se encontraban cómodamente instalados en
numerosos países, donde sus actividades genocidas eran ignoradas o se
consideraban prescritas. En estas páginas. En vano lucharán los negacionistas
para desmentir la verdad de las fotos, de los brazos tatuados, de las
amputaciones y los experimentos genéticos, de las cremaciones, del horror.
Ni una sola de las
atrocidades de este libro admite ni merece resumen. Hay que acudir a las
descripciones pormenorizadas de Wiesenthal y sus informantes. Por justicia.
Para evitar que caiga en el olvido aquella monstruosidad. Para que el humo de
los hornos se convierta en testimonio. Para que la sangre vertida no se borre
nunca.
Leí esta obra hace
veinticinco años y, releyéndola, he experimentado la misma conmoción, la misma
sacudida emocional. Los nombres de Ana Frank, Adolf Eichmann u Odessa salpican
estas páginas y nos mantienen vivo (y así debe continuar) el recuerdo de
aquella época. Ahora son palabras, pero fueron en aquellos años lágrimas, y
humillaciones, y asesinatos, y gases venenosos, y familias destruidas, e hijos
exterminados ante sus padres. Y hubieran sido, sin la intervención de
Wiesenthal y otras personas como él, años impunes.
Esto no es un libro: es
memoria indeleble.
1 comentario:
Cierto, la frase me ha puesto los pelos de punta 😖
Besitos 💋💋💋
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