Otra relectura de
verano: El espejo de la diosa, de
Francisco Giménez Gracia (Biblioteca Nueva, Madrid, 2005), un volumen hecho de
inteligencia, nervio, enormes dosis de gracia expresiva, tino filosófico y
trallazos verbales. El autor sabe ser sublime y chabacano, irónico y mordaz,
delicado y bruto. Pero jamás abandona la buena prosa, ni decepciona con un
párrafo endeble. Me encanta. Y para intentar transmitir una pequeña muestra de
esa fascinación reproduciré algunos fragmentos de la obra.
“Todo empieza por
una putada (el nacimiento) y termina en otra mayor (la muerte). Entre medias
aún hay gentuza que pretende que nos pongamos a dieta” (p.12). “Cualquier
persona sensata termina por darse cuenta de lo poquísimo que le une al resto de
sus semejantes” (p.12). “Que los Evangelios son obra de unos individuos de lo
más siniestros es algo que se desvela desde el mismo título. En efecto, el que
se califique de “buena nueva” el anuncio de que el fin de los tiempos está
próximo; que muchos serán los llamados, pero muy pocos los elegidos, y que para
esos muchos será el fuego eterno, el llanto y el crujir de dientes, que se
tenga todo esto por una grata noticia, digo, es algo que sobrepasa todos los
límites del resentimiento” (p.29). “Me gustaría saber de qué podrida región del
cerebro puede nacer la vocación de predicar” (p.34). “El bajo índice de
suicidios demuestra que el hombre padece un síndrome de Estocolmo con la vida”
(p.45). “¿Cómo no desconfiar de todos esos que gustan de hablar en nombre de
los demás?” (p.60).
1 comentario:
Estaba leyendo tu reseña y por detrás estaba mi sobrina y me dice ¿el espeto de la diosa? ay Dios mío 😅😅😅 Me gusta lo chabacano si se es elegante ¡Conjunción difícil donde las haya! Profe, este pá mí y pá más nadie 😁💋
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