Solidez. Ésa es la primera palabra que me viene a
la mente cuando me dispongo a resumir el último volumen narrativo de Juan Ramón
Santos, que se titula Perder el tiempo
y que edita De la luna libros. En este delicioso tomo que se publicó a finales
del año 2016 el autor extremeño ratifica la firme línea de su literatura, que
ya se encuentra en el peldaño más elevado del país en cuanto a calidad. Desde
su Cortometrajes (2004) hasta hoy, la
curva siempre ha sido ascendente, sin que ningún punto de inflexión viniera a
enrarecerla. Y Perder el tiempo
constituye la última muestra.
Seis historias conforman este libro: “Presentación”
(donde asistimos al desarrollo de un acto literario, que se celebra durante una
noche de viento y donde se mezclan el tedio, el postureo y ciertas ironías
marca de la casa), “Dos décimas de segundo” (donde aparece Nicasio, un tipo que
no dejaba de inventar historias durante la infancia y al que el narrador
reencuentra en la madurez, cuando mentir se ha convertido para todos en un
refugio contra la sensación de derrota vital), “Combinación ganadora” (una crónica
familiar en la que laten pulsiones universales de la pareja y donde actúa como
telón de fondo una apuesta de lotería primitiva), “Acuse de recibo” (un cuento que
nos habla del amor, los viajes y la compañía mutua que se hace una pareja hasta
el final de sus vidas), “Crucigrama blanco” (quizá la mejor narración del
volumen, con sus trazas de melancolía y misterio vital. No descarten
encontrársela a partir de ahora en más de una antología) y “El último vuelo”
(que tiene espíritu de novela corta y que tiene como protagonista a un modesto
empleado que decide cambiar de vida cuando atraviesa el ecuador existencial,
ignorando que disponemos de un margen de maniobra más bien escueto y que
siempre debemos pagar la factura al final).
Pero la enumeración de sus títulos y la crueldad de
sus sinopsis no dice apenas nada de lo que es la obra en sí misma. Se lo diré
yo, para que eviten la tentación de considerarlo un volumen de relatos como
otro cualquiera: Perder el tiempo es
uno de esos libros que se abren y no se quieren cerrar, que nos sorprenden y
nos maravillan, que nos seducen y nos ganan. Un libro de esos que buscan y
atesoran con pasión las personas que aman la literatura al margen de listas de
bestsellers, entrevistas en suplementos dominicales, apariciones en programas
televisivos y poses malditas con foulard, vaso de whisky y afeitado
estudiadamente defectuoso para fotos de agencia.
Yo descubrí la obra de Juan Ramón Santos a mediados
de 2009; y en los años que han transcurrido desde entonces he reseñado seis de
sus libros. Pues bien: ni uno solo de ellos se me antoja decepcionante o menor.
Siempre he percibido en sus páginas un aliento literario de primerísima
magnitud, una búsqueda incesante y fructuosa del esplendor, un trabajo de
orfebre sobre las palabras para sacarles los brillos más insospechados.
Les invito a que se adentren en estas seis fulgurantes
historias y a que disfruten con ellas, porque estoy convencido de que
terminarán admirando al autor y buscando, a partir de ahora, todos sus libros
anteriores y futuros.
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