miércoles, 18 de enero de 2017

El quinto mandamiento



Eric Frattini es un autor bastante peculiar: experto reconocido en la política vaticana y en el terrorismo islámico, corresponsal periodístico en varios países, autor de polémicos trabajos sobre Ben Laden, la mafia o la ONU... y, desde su publicación en 2008, autor de una obra que tenía voluntad de best-seller. Hablo de El quinto mandamiento, una novela trepidante donde se ven implicados en una telaraña de conexiones la NASA, el Vaticano, algún periodista del Boston Globe, un obispo que se termina suicidando, misteriosas cuentas bancarias y otros ingredientes tan efectivos como efectistas, que se maceran en su mortero narrativo con la intención clarísima de mantener a los lectores con los ojos clavados en el libro hasta que la última de sus páginas sea devorada.
Todo comienza cuando Aaron Avner, un anciano bibliotecario húngaro de origen judío (en cuyo brazo aún se distingue el número que los nazis le infligieron en el campo de concentración de Auschwitz), que trabaja como experto en códices medievales en Estados Unidos, está a punto de encontrarle traducción y sentido al “Manuscrito Voynich”, una pieza atribuida por algunos a Roger Bacon y que ha llevado de cabeza a los especialistas en los últimos cuatrocientos años, en los que nadie ha logrado (ni manual ni informáticamente) darle traducción. Y aparece entonces en escena el expeditivo cardenal August Lienart, que trata de impedir por todos los medios el descifrado final del volumen, considerado “la Gioconda de los libros” (p.24). Para conseguir su propósito pone en marcha a los sangrientos integrantes del Círculo Octogonus, unos implacables depredadores que desde hace varios siglos no han dudado en realizar todo tipo de operaciones alrededor del manuscrito, con tal de que “nadie pudiese dar a conocer sus secretos” (p.115).
Aaron Avner contará con el auxilio de cuatro personas, que le ayudarán en su tarea: el informático Peter Hazil, el codicólogo Petrus Rees, el archivista Marcelo Giannini y el experto en carbono-14 Matteus Planch.
Esta división maniquea de coadyuvantes y oponentes (que tan eficaz se ha revelado en la narrativa de los últimos tiempos) adquiere picos vertiginosos en varios momentos de la obra y garantiza el tono general de tensión, tan adecuado para este tipo de libros.

El quinto mandamiento no pasará a formar parte de la primera línea de la Historia de la Literatura, pero dudo que tal aspiración figurase en la mente de Eric Frattini cuando componía este volumen. Ya va siendo hora de que aceptemos como algo natural y legítimo que determinados autores u obras no tengan más interés que el de entretener a sus lectores. Eric Frattini juega a ese juego. Y lo hace bien.

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