Permítanme una anécdota personal: cuando me
entregaron el premio Ateneo de Valladolid de novela, allá por el año 1991, un
periodista me preguntó cómo me definiría a mí mismo. Y le dije que,
simplemente, era un escritor de la periferia. Ahora, veinticinco años después,
llega a mis manos el volumen Centrifugados
(Segundo encuentro de literatura periférica), que recoge un buen caudal de
informaciones sobre las actividades que se desarrollaron en Plasencia en
febrero de 2016. Allí asistieron editoriales y autores de enorme interés, pero
que desconocen el estruendo del márketing.
Una vez leídas sus páginas, puedo asegurar que todo
en ellas me ha parecido admirable: las palabras introductorias de José María
Cumbreño; el lírico dibujo ambiental de Olga Ayuso; el poema helicoidal de
Luciana Caamaño; las sorpresas prestidigitadoras de Víctor M. Díez (“Escribe
números y letras en la palma de tu mano, cierra el puño y agítalo, al abrirlo
podrás leer el poema completo”); el profundo poema lisboeta de Pablo Fidalgo en
el que nos traslada su certidumbre de que “un poco de odio / es el inicio de
todo el odio”; la explícita aseveración lorquiana de Pablo García Casado (“Me
siento centrifugado porque aspiro a escribir el otro lado de las cosas”); el
simpático soneto conmemorativo de Vicente Luis Mora; el poema situacional de
Pedro Ojeda Escudero, donde la ironía, la dulzura y la firmeza se unen para
tejer un lienzo delicioso; los versos de Ballerina Vargas, autobiográficos o
sociológicos, en los que resulta difícil no verse retratado... Y, por supuesto,
el magnífico despliegue fotográfico que ocupa las 38 páginas finales y donde
descubrimos, junto a los rostros de los autores citados, las imágenes de Daniel
Ruiz García, Gonzalo Hidalgo Bayal, Juan Ramón Santos, Inma Luna o Ángel Manuel
Gómez Espada.
Un trabajo espléndido y una colección de voces a
las que, sin duda, conviene tributar respeto y prestar atención.
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