sábado, 22 de octubre de 2016

De noche, bajo el puente de piedra



Hay narradores que no pertenecen a la categoría de los “famosos” (es decir, a esa reducida nómina mitificada a la que se recurre como si fuera un mantra de buen tono: Kundera, Borges, Roth, etc) pero que, de un modo incontestable, ofrecen en sus obras una calidad extraordinaria, que se mantiene, como una joya envuelva en paño, durante décadas o siglos. Es el caso, en mi opinión, del checo Leo Perutz (1882-1957), orfebre delicadísimo que logra crear en sus páginas una música llena de dulzura y elegancia, refractaria a la erosión. La traductora Cristina García Ohlrich nos ofrece ahora, gracias al sello Libros del Asteroide, su volumen De noche, bajo el puente de piedra, donde catorce textos y un epílogo nos ofrecen una urdimbre narrativa que se acerca a la idea de novela y que posiblemente la amplían y mejoran.
Lo que sin duda más llama la atención de estos cuadros es el conjunto de personajes que van apareciendo y desapareciendo en ellos, con distinto grado de importancia y con edades diferentes: dos músicos que unen a su pobreza su condición ambulante, y que lo mismo presencian varios fenómenos extraños en un cementerio como escuchan profecías sobre su propia muerte; el veleidoso emperador Rodolfo II, enamorado de manera instantánea de una mujer casada a la que vislumbra fugazmente y que pasa a convertirse en una obsesión para él; el riquísimo judío Mordejai Meisl, que vive rodeado por la riqueza pero que soporta en silencio a una alimaña triste royéndole el corazón; el astrónomo Kepler, que no percibe su sueldo en los plazos convenidos y que tiene que sobrevivir elaborando calendarios astrológicos para quienes acepten pagárselos; un alquimista que, inoperante a la hora de conseguir la esperada transmutación de los metales en oro, sufre la amargura de la postergación cuando su señor contrata a otro para que le haga olvidar sus fracasos... Mezclándose en distintas situaciones históricas y ambientales, construyen entre todos el sustrato de la ciudad de Praga, a la postre la gran protagonista del volumen.
Pero hay algo más. Una especie de silencio armónico o de música tenue que va uniendo todas estas historias hasta conformar un mosaico elegante donde late la vida pretérita. Los lectores que abrimos las páginas de este libro prodigioso somos invitados a entrar en tabernas antiguas donde se sirven asados grasientos y vinos infectos, nos vemos deambulando por calles mal iluminadas, olemos el humo acre de las hogueras encendidas en medio del campo o participamos en discusiones políticas o religiosas que perdieron su vigor y su sentido hace siglos. En suma, nos vemos afectados por la magia de la mejor literatura, que logra situarnos en pleno siglo XVI en el centro de Europa, rodeados por judíos, alquimistas, ferias donde se venden lanas, sastres remendones que trabajan a orillas del río Moldava, redobles de tambores que acompañan a los presos que se dirigen al cadalso o bueyes de Hungría cuya carne se usa para alimentos a las fieras del emperador.
Leo Perutz nos entrega en este volumen, editado originalmente en el año 1953, una delicada flor narrativa llena de belleza y de magia, que conviene leer con lentitud y que resulta suficiente para consagrar su nombre en la historia de la literatura.

1 comentario:

Yolanda dijo...

Estoy de acuerdo contigo, el libro es una maravilla narrativa. Cuando uno se aleja de lo comercial, se encuentra auténticas joyas...

Besos