Roberto Hernández, el gran protagonista de la
última obra del novelista murciano Pedro Pujante, lo tiene clarísimo. Sabe que
él y sus compañeros de aventura se encuentran atrapados sin aparente salida “en
ningún lugar, en ningún tiempo. Huérfanos es la palabra que mejor resume
nuestra condición. Huéspedes de un no-lugar” (p.128). Y hubiera sido difícil
explicarlo, a pesar de las apariencias, con palabras más exactas.
Desde el momento en que llegó a sus manos una
misteriosa invitación para asistir a un congreso de literatura secreta todo
comenzó a teñirse con los colores del enigma: una fecha imprecisa para asistir
a dicho evento, un lugar que no le sería comunicado hasta el último instante,
unos compañeros a los que conocería en la mesa de reuniones... Todo demasiado
nebuloso, pero quizá por eso mismo más atrayente. Siendo un escritor con escasa
obra y con casi nula fama, Roberto queda hechizado con esa invitación y acepta
asistir al congreso. A partir de entonces, las sorpresas se convertirán en una
ceremonia continua, que desembocarán en un extraño pueblo cuyos habitantes son
más extraños todavía. Entre ellos destaca la singular figura del doctor
Faustino, un científico que les explica que ha conseguido clonar cuánticamente
a seres humanos y que su gran objetivo (desbaratado por la muerte del
protagonista) era hacerlo también con Paco Umbral, “el mejor escritor que jamás
haya existido” (p.82). Anonadados por esta revelación, Roberto y sus compañeros
acabarán por descubrir que se encuentran en el año 2211 y que el mundo ha
cambiado mucho desde que ellos salieron de sus casas para venir a este
congreso.
Pedro Pujante nos presenta en Los huéspedes una singular distopía en la que las paradojas
temporales (muy bien resueltas desde el punto de vista narrativo), los análisis
psicológicos (de extrema precisión y elegancia) y, sobre todo, el sentido del
humor, se convierten en los grandes ejes vertebradores de la fabulación. El
novelista murciano sabe muy bien a lo que juega, y va dosificando en sus
páginas el lirismo, los diálogos coloquiales, las previsiones científicas o los
cambios que experimentará la vida humana en los próximos siglos, hasta lograr
una mezcla seductora y de fluida lección. En ocasiones, advertiremos la
influencia de la película Mad Max;
otras veces creeremos estar leyendo un cuento del mexicano Juan Rulfo, saboreando
una página autobiográfica de Franz Kafka o asombrándonos con un plano del Show de Truman; y casi siempre estaremos
tentados de imaginar que habitamos una pesadilla, de la que un despertador
debería sacarnos antes de que nuestra sensatez o nuestro equilibrio emocional
se vengan abajo. Pero nuestro autor (nadie que lo haya leído lo podrá dudar) es
un novelista extremadamente habilidoso, el cual consigue que esas imágenes se
vayan fundiendo y sucediendo entre sí para que, al final, los lectores emitamos
tan sólo un juicio: “He leído una novela de Pedro Pujante”.
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