Que la capital de España ha sido visitada durante
siglos por viajeros de todas las nacionalidades es algo perogrullescamente
sabido, y comentarlo otra vez supone reincidir en el tópico, con la terquedad
del escritor huérfano de otras ideas. Julio Llamazares, no obstante, se ha
arriesgado a incurrir en ese contumaz ejercicio de erudición y nos presenta
este librito que él mismo cataloga como “modesto homenaje a la ciudad en la que
vivo” y donde se apiñan las impresiones que los viajeros han emitido sobre el rompeolas
de todas las Españas, desde el siglo XVI hasta 1959.
De los treinta testimonios que Llamazares amontona
aquí (lista muy discutible, por otro lado, pues anexa a Casanova, a Heinrich
Link, a George Borrow y a Hemingway, con un enfoque narrativo más que dudoso),
destaca por su exaltación el de Alejandro Dumas, que quiso nacionalizarse
español tras conocer la capital del país. Pero llama muchísimo más la atención
la virulencia mayoritaria de los ataques que Madrid recibe, tanto por causa de
sus gentes como por su estructura urbanística, su limpieza o su cordialidad. El
nuncio papal Camilo Borghese se despachó diciendo que los madrileños eran “muy
puercos”; Saint-Simon, sin dejarse amilanar por su condición de diplomático,
manifestó que “aquí la ciencia es un crimen, y la ignorancia y la estupidez,
las primeras virtudes”; y Richard Ford llamó “carroña” a la ciudad.
Llamazares, insulso hilvanador de estos
testimonios, podrá decir lo que quiera, pero esto más parece una venganza de
Madrid que un homenaje.
1 comentario:
Venganzas para todos.
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