En
ocasiones, el pasado se niega a cumplir su misión y diluirse en el olvido; y,
cuando tal sucede, puede llegar a adquirir una densidad inquietante, donde el
sofoco, el remordimiento o la culpa golpean sin misericordia. Juan Cabrera,
durante treinta años, profesó en el cenobio de Ciriego. En esas décadas, la
oración, la meditación, las lecturas sacras y la estricta observancia de las
normas conventuales constituyeron la base de su vivir. Al cabo de ese tiempo,
herido por una crisis espiritual, solicitó una dispensa para abandonar sus
votos. Ahora, a los setenta y dos años, vive en un pequeño apartamento de
Argüelles, rodeado de libros y con la única compañía humana de una asistenta
que se ocupa de la limpieza y la comida. Su cotidianidad es ahora apacible,
pero un personaje del pasado (un novicio cuya expulsión del convento propició
con una denuncia por inmoralidad) vuelve a adquirir presencia ante él: se llama
Antón Rubial y es profesor de Derecho de Jaime, sobrino del exclaustrado. Lejos
de haber olvidado aquella afrenta pretérita, Rubial maquina una venganza
implacable contra Juan Cabrera, en la que inyectar todo el odio rencoroso que
siente por él: esa “enemistad sine die” (p.62) va a adquirir
gradualmente en la narración unas dimensiones perturbadoras. Y Cabrera, que
abandonó el convento para recluirse en un piso y que siente que “la resultante
de todo aquel proceso de exclaustramiento-enclaustramiento fue el vacío”
(p.155), resultará avasallado por ese vendaval de ira biliosa.
Novela
de grandes profundidades conceptuales y de gran (y filosófico) rigor léxico, El
exclaustrado nos invita a reflexionar sobre la vigencia, el significado y
la fortaleza (o debilidad) de la fe en nuestro tiempo, a la vez que actualiza
narrativamente la vieja escena tentadora del Edén bíblico, con su serpiente, su
manzana y sus desprevenidos humanos.
Con la adición de múltiples citas (Antonio Machado, Heidegger, santa Teresa, Sartre, Shakespeare, García Lorca o Benavente), Álvaro Pombo despliega ante nuestros ojos un texto exigente, de elevada esencia, que a Miguel Espinosa (es mi impresión) le habría encantado. A mí también.

1 comentario:
Lleva esta novela de Alvaro Pombo sobre mi mesa no miento si digo que casi ya un año. Me la regalaron en enero de este año que se aproxima, inexorable, a su final. tenía mucha curiosidad en ella por eso de que no han sido pocas las veces que me he topado, precisamente en Argüelles, con el novelista.
Al leer tu reseña veo que la carga autobiográfica es muy fuerte en El exclaustrado. No sé si ahora mismo estoy en disposición de enfrentarme a tanta profundidad filosófica-teológica que alberga este libro. Pero ten por seguro, amigo Rubén, que la leeré. Sólo me falta encontrar el momento anímico propicio.
Un fuerte abrazo
Publicar un comentario