El
matrimonio formado por Shemus y María (que comparten choza con su hijo Teigue)
no puede vivir momentos peores, sujetos a una atroz hambruna que está
devastando a todos los habitantes de la zona, quienes se debaten entre la
consunción y la mendicidad. Su único recurso para aliviar, aunque sea
modestamente, el rugir de tripas pasaría por sacrificar la única gallina que
les queda (cómo no recordar aquí el gallo del coronel de García Márquez). El
Destino, no obstante, les tiene reservada una sorpresa, que cobra cuerpo cuando
dos enigmáticos mercaderes llegan a su vivienda y les ofrecen un buen dinero
por cenar. A Shemus se le ocurre que es la ocasión propicia para dar muerte a
la gallina, pero cambiará de idea cuando los visitantes expliquen quiénes son,
en realidad: dos enviados del Demonio que están dispuestos a pagar una buena
bolsa por sus almas.
María,
escandalizada, se niega a aceptar esa transacción; pero el marido y el hijo,
hartos de pasar hambre ("Qué sacó Dios de su bolsa sino hambre. Satanás da
dinero"), acceden a convertirse no solamente en vendedores, sino también
en propagandistas de la oferta entre sus convecinos. Estos, erosionados por la
necesidad, van sucumbiendo a la tentadora proposición.
La
única fuerza que puede oponerse a este triunfo del Mal es la condesa Catalina,
quien vende todas sus propiedades para repartir el beneficio entre los
necesitados y que no se vean abocados a la condenación eterna.
Con
este texto teatral, William Butler Yeats nos plantea una reflexión muy honda y
muy desgarradora, no solamente sobre las nociones del Bien y del Mal, sino
también sobre el sacrificio generoso de un alma noble y sobre las limitaciones
que, a la hora de elegir, tienen habitualmente los más desfavorecidos.
Interesante.
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