Sara es una chica que, pese a estar graduada en Filología Hispánica, no tiene demasiada fe en sí misma. En su adolescencia soñó con ser escritora, pero pronto descubrió que la timidez coartaba sus posibilidades, porque tendía a dejarla muda en los momentos cruciales de exposición al público. Quienes la rodean (su amiga Alba, lectora de español en Reikiavic; su hermano Manuel, firme en su tarea de arroparla) sí que parecen dotados de una entereza anímica de la que ella adolece. Pero un día, mientras está tomando café en un local de nombre emblemático, dos extremistas armados con cuchillos inician una masacre al grito de Allahu àkbar. Paralizada por el horror, Sara solamente acierta a pronunciar una frase, ante el rostro iracundo del yihadista que pretende degollarla. Y esa frase (que no revelaré aquí) salva su vida, aunque la embarca en una experiencia delirante, en la que pronto comienzan a mezclarse una presentadora de televisión y varios agentes de policía, que la rodearán hasta el final (celérico y angustioso final) de la narración, donde se exploran las fronteras de la fe y del desconcierto, así como los mecanismos que construyen (o erosionan) el mundo en que vivimos.
Con esta obra, titulada Setenta y dos vírgenes y merecedora del XXIV premio de novela corta Salvador García Aguilar, la madrileña Chelo Sierra vuelve a mostrar la elegancia y la contundencia de su prosa, que combina de manera inmejorable la belleza estilística, la profundidad psicológica, la eficacia discursiva y el humor, para que los lectores queden al instante atrapados por su historia. Descúbranla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario