Siento
una profunda admiración por los autores que, habiendo alcanzado el aplauso por
una determinada línea de escritura, se arriesgan a adentrarse en otras
distintas, buscando nuevos registros, exigiéndose cosas diferentes. El
extremeño José Cubero Luna, después de haber obtenido hermosos éxitos en la
novela corta, el cuento o los volúmenes de memorias (muy recomendables los que
llevan por título Memorias de un niño murciano y Vistabella, mon amor,
publicados por MurciaLibro), ha tenido el arrojo de explorar ahora el mundo de
los aforismos en Del laberinto al treinta, que acaba de ser lanzado al
mercado por la editorial ECU.
En
la primera parte del tomo encontramos un variado conjunto de pensamientos y
paradojas, donde el autor se interroga sobre el ser humano, los avatares del
mundo, la religión, el futuro o la poesía. Unas veces, nos traslada su
perplejidad sobre el silencio de Dios, difícil de explicar o admitir (“¿Desde
qué ventana del cielo mira Dios al planeta Tierra?... ¿O acaso no hay ventana,
ni cielo, ni Dios que mire?”); otras, apela a verdades emocionales que producen
estremecimiento por su bella formulación sencilla (“Las lágrimas que no
lloraste, jamás las olvidarás. Quedaron congeladas en tus ojos, sin saber el
porqué”); o coquetea con formas de Ramón Gómez de la Serna (“El número ocho es
el más enigmático de toda la numerología. No se sabe dónde empieza ni dónde
acaba”); o desnuda las verdades más desagradables de nuestro entorno (“No hay
dogmas que valgan; solo hay fuerza bruta y poder absoluto para imponerlos”); o
inventa fórmulas magistrales para definir una discapacidad menor (“La
tartamudez es el arte de cambiar unas palabras por otras que resultan
imposibles de pronunciar”); o esmalta frases de gran lirismo sobre la muerte
(“Cuando deje el país de la vida, quién sabe qué país me acogerá en mi
exilio”).
Añádase
a ese resumen los aforismos que, redactados en falsa prosa, esconden poemas
(por ejemplo, la página 87 completa); y, como regalo final, una serie de
viñetas algo más amplias donde nos habla del Cid, Juana la Loca, Alonso
Quijano, Rasputín, Knut Hamsun, Rimbaud o la madre Teresa de Calcuta.
Un tomo estupendo para descubrir otras facetas de ese diamante narrativo que se llama José Cubero Luna.
1 comentario:
Me ocurre lo mismo, un escritor valiente, sin miedo a pasear su pluma por temas o géneros fuera de su "fama" tiene no solo mi admiración, también mi lectura 😉💋
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