Me gustan
los libros que muestran desde el principio bien claro su juego; y en ese ámbito
nada se le puede reprochar a la alicantina Matilde Asensi: su objetivo no es
otro, en apariencia, que el de entretener a los lectores, el de sumergirlos en
una serie de aventuras y retener su atención desde la primera hasta la última
página. Es una actitud parecida a la que nos ofrece en el mundo del cine el veterano
Steven Spielberg: propuestas lúdicas, seductoras, bien organizadas, que pulsan
los resortes del público y logran cautivarlo. Menospreciar la validez de esos
mecanismos supone desdeñar a la larga estirpe de los escritores que, comenzando
por Lope de Vega y acabando por Arturo Pérez-Reverte, han elegido el camino de convertirse
en constructores de fantasías seductoras. Y, desde luego, yo no participo de
esa arrogancia.
En Tierra firme nos encontramos con las
aventuras travestidas de Catalina Solís (que se termina convirtiendo en Martín
Nevares, después de ser “adoptada” por el comerciante Esteban Nevares), quien
afrontará ataques piratas, naufragios, supervivencia en una isla desierta,
aventuras comerciales, fingimientos sobre la realidad de su sexo y demás
entretenidos episodios, que Matilde Asensi conduce con mano firme y prosa
fluida. Pero, en realidad, este fresco narrativo situado entre el final del
siglo XVI y los primeros años del XVII, nos aporta muchas más informaciones y
noticias: la situación de los esclavos negros durante el período colonial, que
oscilaba entre la resignación o la huida hacia campamentos secretos cimarrones;
los abusos que se tejían por parte de los poderosos para retener los hilos del
comercio riquísimo de la zona, que les daba pingües beneficios; las injerencias
de los barcos ingleses, franceses u holandeses, que burlaban cada vez que
podían el monopolio de los españoles; las condiciones execrables en que las
mujeres vivían en aquel mundo; y, en fin, un buen cúmulo de detalles sobre los
usos indumentarios, gastronómicos o sociales de una zona mestiza entre lo
europeo y lo americano.
Es decir, que no solamente recibimos aventuras y más aventuras, como algunos melindrosos podrían señalar, de forma injusta. Matilde Asensi también nos deja ante los ojos la pintura de un mundo complejísimo, que ha documentado de forma exhaustiva y que nos permite acercarnos hasta los albores del Nuevo Mundo. No me cabe la menor duda de que me adentraré en los dos tomos restantes de la trilogía que aborda la vida de este Martín Ojo de Plata, cuyo mote ni siquiera se aclara en este primer volumen.
1 comentario:
Desde que descubrí a Matilde Asensi con su Último Catón, no he dejado de leerla, a veces con más fortuna y otras menos, lógico, pero en general siempre muy satisfecha.
Besos
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