martes, 1 de junio de 2021

Peces de charco

 


Peces de charco. Criaturas pequeñitas que nadan dando vueltas, sin saber que lo hacen en un espacio reducido, claustrofóbico, estancado; y que cuando intenten moverse en círculos más grandes o emerger a la superficie para contemplar el panorama descubrirán con estupor las dimensiones ridículas de su existencia. No hay más remedio que aplaudir la metáfora espléndida que Ana Esteban eligió para poner como título del libro que fue publicado por Baile del Sol en 2016, y también la belleza literaria del tomo, que me parece notable.

De una forma delicada, con pinceladas sutiles, vamos conociendo en estos relatos a mujeres que besan a desconocidos a bordo de un avión; hombres que tratan de reconstruirse después de una separación sentimental; parejas que han de proseguir sus vidas tras la experiencia de un intercambio sexual, que prefieren no convertir luego en tema de análisis o de conversación; empleados de banco a los que una amiga lesbiana les pide un favor muy comprometido; mujeres maduras que descubren, tomando copas tras una sesión del taller literario al que asisten, que los brillos se cancelan siempre demasiado pronto; matrimonios que deben enfrentarse a la expulsión doméstica de un hijo violento y drogadicto, que les está destrozando la existencia; hombres que, bajo la lluvia, descubren la dolorosa infidelidad de la que son víctimas; o mujeres que descuelgan teléfonos para charlar con hombres que las hagan sentir menos solas… Ninguna estridencia, ninguna nota fuera de su sitio, ninguna concesión a la banalidad. Todo lo que observamos en las páginas de Ana Esteban es una capacidad admirable para captar los perfiles ásperos de la derrota, de la soledad, del fracaso, tanto en su vertiente profesional como en la sentimental, pero sin que nunca se refugie en el patetismo o la exageración para contornear sus perfiles. Todo lo contrario: su tono es calmado, silencioso, discreto. Sus personajes deambulan sin brújula por un mundo hostil, que los hiere con indiferencia o que los abandona en habitaciones grises de casas grises de ciudades grises; y la autora nos desliza la idea de que cualquiera de nosotros podría ser cualquiera de ellos. Ahí residen su secreta grandeza y su angustiosa amenaza.

2 comentarios:

Juan Carlos dijo...

Entiendo, Rubén, que es un libro de relatos. O si no he entendido mal tu comentario. Desde luego esa colección de personajes rotos, derrotados, solitarios, me resultan muy atractivos. Tomo nota de autora y título. Muchas gracias
Un abrazo

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

No me puede gustar más: relatos y vidas atormentadas 🙄😅💋