Vuelvo a la poesía de Gerardo Diego para deleitarme con su Manual de espumas, que visito en la
edición de mi admirado Francisco Javier Díez de Revenga (Pre-Textos). Es un
volumen que el vate cántabro dedicó con emoción “Sobre la tumba inesperada de
José de Ciria Escalante, amigo indeleble” y que está lleno de unas luces
candorosamente juveniles que empapan el ánimo del lector. No es una obra “de
madurez”, como es lógico (Diego era un veinteañero cuando la redactó), pero sí
un tomo sonriente, juguetón y lleno de intuiciones maravillosas, huérfano de
puntuación y con algunas modernidades humorísticas casi desafiantes (“Mi grifo
versifica mejor que el ruiseñor”). En sus páginas descubrimos una abundante
mención de violines, pianos, flautas, guitarras y hasta pianolas, lo cual no es
raro si recordamos la larguísima dedicación profesional de Gerardo Diego a la
crítica y a la enseñanza musicales.
Embriagados por los juegos visuales, colorísticos y auditivos
que el poeta nos deja, de vez en cuando descubrimos bellos juegos de
intercambio lírico entre la naturaleza y la amada (“Tus ojos oxigenan los rizos
de la lluvia / y cuando el sol se pone en tus mejillas / tus cabellos no mojan
ni la tarde es ya rubia”), así como diapositivas de singular hermosura (“En su
escenario nuevo ensaya el verano / y en un rincón del paisaje / la lluvia toca
el piano”). Y siempre, de principio a fin del poemario, la alternancia entre
rimas infantiles y rimas osadas, entre imágenes adolescentes y rupturas
madurísimas, que provocan en nuestro ánimo un fuego (un juego) chispeante.
Y no quiero dejar sin apuntar un pareado que, bajo su
sencillez, esconde todo un canto al carpe
diem: “Es la hora decisiva / La única hora todavía viva”.
Un Gerardo Diego en pleno proceso de construcción, en el que burbujean muchas líneas que irían aquilatándose con los años. Sin duda memorable.
1 comentario:
Si hay algo que me atrae de un poemario, al menos lo primero, es un título que enganche. Lo reconozco, esta obra leí en su momento por el título, pues en esa época lo único que nos atraía a todos era Bécquer.
Adolescentes.
Besos 💋💋💋
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