Después de leer un ensayo muy elogioso sobre la condición
“revolucionaria” (sic) del drama Fuente
Ovejuna, de Lope de Vega, y extrañado porque mis recuerdos de la obra (que
leí hace unos treinta y cinco años) no se correspondían con los extremos que subrayaba
el hispanista, he decidido volver a visitarla. Al fin y al cabo, el Fénix me ha
dado tantísimas alegrías como lector (debo haber devorado medio centenar de sus
producciones dramáticas) que refrescar algunas de ellas se antojaba un plan
inmejorable.
Terminada la relectura constato que mis impresiones estaban
bien fijadas: yo no creo que Lope intente ser “revolucionario” en esta obra, ni
que pretenda darle al vulgo un motivo de euforia rebelde. No he tenido en
ningún momento la sensación de que intente “decirle” al público que puede
tomarse la justicia por su mano cuando resulten ofendidos en su honor. Lo que
plantea es, más bien, una situación
especial en la que esa lectura puede ser efectuada; y no es lo mismo. El
perverso Comendador, habituado a escarnecer mujeres de la localidad, colma la
paciencia de los lugareños cuando intenta hacerse con la virginidad de Laurencia;
y la defensa que de ella hace su enamorado Frondoso (osando amenazar al noble
con una ballesta) permite al vil don Fernando encarcelar al mozo y planear
incluso su ejecución, colgándolo de una de las almenas del castillo. Eso genera
un oleaje de repulsa en el pueblo, que se levanta, rodea, asesina y descuartiza
al Comendador (si no fuera por el salvajismo que la imagen comporta, casi
provoca una sonrisa la idea de que el trozo más grande que queda de don
Fernando sea una oreja). Se ponen entonces de acuerdo todos los habitantes
(hombres, mujeres, niños y ancianos) para declarar, incluso bajo tortura, que
el responsable del crimen fue el pueblo en su conjunto… Y aquí viene la
secuencia más habilidosa por parte de Lope de Vega: las autoridades no castigan
a nadie porque no consiguen identificar
al culpable. Ojo: no se trata de que el Fénix esté diciendo que el pueblo
“tiene derecho a”, sino que el perdón se deriva de la impotencia para aislar al auténtico responsable. Es una
conclusión jurídica.
Todas las partes quedan así contentas: Lope, porque lanza un
guiño a su público; los espectadores humildes del siglo XVII, porque se sienten
legitimados por su ídolo; las autoridades, porque comprenden la ambigüedad
blanca de la situación; yo, porque disfruto como un crío cada vez que leo al
Monstruo de la Naturaleza; y los hispanistas porque pueden elaborar
pirotécnicas teorías cogidas con alfileres y seguir publicando trabajos en
aquellas revistas que les dan puntos para sus sexenios y rollos académicos.
Lo mejor de leer es que no dejas que nadie lea (ni piense) por ti.
1 comentario:
A mí esta obra me encanta, más que nada por los recuerdos tan bonitos que tengo de ella. Mi profesor de literatura del instituto era maravilloso, él es el que me metió el gusanillo de la lectura y la escritura en el cuerpo, incluso el del teatro, yo es que para conseguir que leyeramos a los clásicos prestando un poco de atención y con el menor número de quejas, nos hacía meternos de tal manera en las obras que disfrutáramos de ellas.
Yo ya estaba en el grupo de teatro cuando se vio esta obra en clase, y él dejo que yo me encargara de organizar la teatralización en pequeñas escenas con mis compañeros.
Imagínate el resultado: satisfacción total por todas las partes.
Cómo no me va a gustar Lope y no me va a gustar Fuenteovejuna.
Besos 💋💋💋
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