lunes, 3 de mayo de 2021

Azul ruso


De vez en cuando me gusta encontrarme con libros que, saliéndose de los cauces más o menos trillados, me ofrecen propuestas literarias distintas. Y es evidente que Patricia Esteban Erlés ha cumplido esa misión en su libro de relatos Azul ruso (Páginas de Espuma), un volumen que llegó a ser finalista en el premio Setenil del año 2010. La autora de Zaragoza, lejos de plegarse a moldes clásicos, inventa formatos más creativos, juega, se aventura, se arriesga. No se refugia en sólidas estrategias sedimentadas por la tradición, sino que dibuja su propio espacio y lo dota de colores únicos. Frente a Newton (permítaseme la broma), la mecánica cuántica.

Partiendo de esa posición de pirueta y funambulismo podría haber edificado una obra “moderna” (esto es, fulgurante y rápidamente vieja, explosión y ceniza), pero ha conseguido algo más difícil: unas narraciones sólidas, aplomadas, con aire de eternidad, en las que nos ofrece segmentos de vidas inolvidables para el lector. Nos llena los ojos con trabajadores de tanatorio, dependientas tristes, exparejas a las que se ha olvidado de manera imperfecta, pluriempleados que descubren con languidez la infidelidad de su esposa, viajeros que perdieron a su familia en un accidente aéreo, mujeres de nombre borgiano que convierten a los hombres en gatitos indefensos, drogadictas que esperan con ansiedad una llamada de teléfono, profesores que han abandonado su vida conyugal y comienzan a lamentarlo, superhéroes cansados o mujeres que siempre se han sentido inferiores a su hermana.

Habilidosa y dueña de unos magníficos recursos verbales, Patricia Esteban Erlés, creadora de charcos que “tartamudeaban nubes” (he subrayado dos docenas de hallazgos literarios de ese esplendor), me ha convencido plenamente. Repetiré.

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