Vuelvo cíclicamente a las recopilaciones de artículos de
Javier Marías, y siempre salgo del volumen con la agradable sensación de haber
disfrutado con la prosa y con los argumentos y enfoques del escritor. En
ocasiones, me muestro conforme con él; en ocasiones, no. Esto se me antoja tan
natural como sano. Pero me gusta de forma invariable la manera en que se
introduce en los temas y la solidez con la que desarrolla sus razonamientos.
Rara vez lo encuentro estridente, o vengativo, o atrabiliario, o mezquino. Al
contrario: suele parecerme ponderado, respetuoso y firme en unas convicciones
(lingüísticas, cívicas, literarias) que son también las mías, pese a que en
muchos casos se trate de actitudes “a contracorriente” (odios al gregarismo, al
ruido, al silencio hipócrita, a la desfachatez de tantos políticos, etc).
Sé que el tiempo desmenuzará o vaciará de contenido algunos de
estos artículos, al diluirse los referentes personales que los sustentan (el
criminal Arzallus, el polémico Álvarez del Manzano), pero sé también, o al
menos intuyo, que el fondo
permanecerá intocado, porque Marías nos habla de arquetipos, más allá de las
menudencias coyunturales. No estará Javier Arzallus, pero estará cualquier otro
antropoide que justifique o azuce los crímenes; no estará Álvarez, pero vendrá
un nuevo alcalde prevaricador, desconsiderado o fraudulento, aquí o allá,
repitiendo dislates.
En resumidas cuentas, que una vez más me convence el escritor madrileño y que no me extrañaría repetir dentro de poco con otro libro suyo.
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