martes, 12 de diciembre de 2017

Nunca es tarde



Isabel, una mujer que ya ha rebasado la línea de los cuarenta años, que tiene unos ligeros problemas de peso y que sufre con estoicismo silencioso las infidelidades de Bernardo, su marido, decide entretener sus días en la confección de un álbum familiar donde se recojan imágenes y noticias de sus ancestros desde que llegaron a El Valle, la pequeña localidad donde vive, situada en los Pirineos. Pero los periódicos que va consultando durante ese proceso de investigación le deparan también noticias sobre unos viejos crímenes que tuvieron lugar en el pueblo cuatro décadas atrás y que se saldaron con el ingreso en prisión de un retrasado mental llamado José Casares. Ahora, inesperadamente, acaba de producirse en El Valle la desaparición de otra niña, en circunstancias idénticas a las del año 1973; e Isabel sospecha que quizá el horror esté a punto de reanudarse. ¿Es que Casares no era realmente el culpable de aquellas atroces violaciones y asesinatos? ¿Es posible que el auténtico asesino siga en libertad?
Dispuesta a resolver a estos enigmas, esta ama de casa comenzará a visitar a algunos de sus vecinos, formulará preguntas incómodas y descubrirá que dos o tres de ellos (entre ellos, el alcalde) se empiezan a poner más nerviosos de la cuenta. Le ayudará en su investigación, eso sí, el nórdico Enar Olson, un escritor de fama internacional que ha decidido aislarse del mundo en este pequeño pueblecito de montaña y que, tras haber leído “unas novelas de un español, un tal Tristante” (p.101), le resultará muy útil en sus pesquisas, porque dispone de mucha experiencia en la resolución de crímenes.

En esta obra, estilísticamente desenfadada, el escritor murciano recurre a varias licencias sonrientes (el diminuto pueblecito cuenta con una hemeroteca y con un Starbucks, por ejemplo) y se preocupa de que todos los lectores avancen por la novela de un modo lento pero eficaz: los tres o cuatro ingredientes principales de la historia son repetidos una y otra vez, sin fatiga, para que nadie sucumba a la amnesia o se pierda en el hilo argumental. El resultado es un texto sencillo, sin exigencias, que Algaida ha puesto en el mercado en una hermosa edición.

1 comentario:

El Gato Trotero dijo...

En el blog nos gusta bastante Jerónimo Tristante, sobre todo a mi compañera, este hará nuestras y sobre todo, sus delicias.
Saludos.