Después
de haber leído en mi juventud una buena dosis de la narrativa de Max Aub ha
caído en mis manos, de forma tardía, esta pieza teatral que tituló Deseada y que he decidido devorar con
tanta curiosidad como respeto. Pero el balance general, ay, no es demasiado positivo.
Aplaudo con entusiasmo el juego de analepsis y prolepsis que sostiene la
estructura de la pieza, pero me quedo muy frío con todo lo demás: con la
condición acartonada de los personajes; con sus diálogos (que más que diálogos
figuran ser duelos conceptistas); con su escasa fluidez (a ratos, ninguna); con
el inesperado efectismo melodramático que cierra la obra.
Por
resumir el “argumento” para quien experimente curiosidad diré que Deseada
estaba casada con Miguel y tenían una hija, Teodora, ojito derecho de su padre.
Ahora, con la niña convertida en una mujercita, Deseada ha contraído un segundo
matrimonio con Pedro. Pero en las dos situaciones se mantiene una extraña
tensión entre las dos mujeres, una insana competitividad que genera fricciones
y rencor larvado entre ellas: si Deseada sentía celos de que Miguel pasase
tanto tiempo con su hija y quizá por eso la matriculó interna en un colegio
alejado de la casa, ahora nota que la muchacha coquetea casi indecorosamente
con su segundo marido. Por supuesto, al lector le esperan algunas sorpresas
bastante notables conforme avanza la trama, que le permitirán entender qué
anida en el corazón de ambas mujeres.
Dicho de
una manera esquemática: que la historia que Aub nos propone es muy sugerente
desde el punto de vista psicológico, pero que la manera de verterla a lenguaje
teatral ya no muestra tanto brillo. Quizá el autor hispano-mexicano tuviera de
dramaturgo la gracia que no quiso darle el cielo. Lo comprobaré acercándose a
otra obra suya, más adelante.
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