Hay
escritores que necesitan una relojería argumental y unos personajes muy bien
perfilados para ponerse a escribir; pero otros no requieren de tantos
ingredientes a la hora de desarrollar una narración: apenas un delgado suceso
les resulta suficiente. Pío Baroja lo demuestra en La dama de Urtubi, un relato de brujas en el mundo vasco del siglo
XVII que se inicia cuando el narrador de la historia recibe de manos del abate
Duhalde d’Harismendy la historia que el capitán Dornaldeguy escribió sobre un
episodio de brujería.
Allí se
explica que a principios de siglo vivía en su castillo el barón Tristán de
Urtubi, dedicado en cuerpo y alma a la lectura (Rabelais, Cervantes, Montaigne)
y al cuidado de su sobrina Leonor de Alzate, que se obstina en rechazar como
pretendiente a Saint-Pée, el cual no dudará en recurrir a las artes diabólicas
para hacerse con el amor de la dama.
Este leve
pretexto argumental le sirve al novelista donostiarra para dibujar ante
nuestros ojos un tenebroso cuadro de época, en el que presta atención muy
destacada a la superstición de los lugareños, la intransigencia de la iglesia
oficial y los aquelarres. Especialmente notables son las palabras que dedica al
sustrato judaico del cristianismo, que condujo a su secular misoginia (“En los
cultos semíticos, la mujer aparece siempre proscrita de los altares, siempre
pasiva e inferior al hombre”).
Por lo
demás, Baroja en estado puro: acción rápida, prosa más efectiva que atenta a los
primores estilísticos y un eficaz dibujo de personajes populares.
1 comentario:
Es cierto, no podría haberlo dicho mejor: Baroja en estado puro. Una obra con la que disfruté muchísimo y que recomiendo.
Mil besitos.
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