Durante varias semanas he ido releyendo
a rachas la Correspondencia íntima,
de Gustave Flaubert, que me traduce Emma Calatayud (Ediciones B, Barcelona,
1988), un volumen de extraordinario interés donde el novelista galo muestra sus
sentimientos y sus pensamientos a Louise Colet, su amada casi platónica durante
años. (Y digo “casi platónica” porque, por lo que puede deducirse de las
cartas, se vieron pocas veces y siempre de modo trompicado). Me fascinan las
revelaciones espirituales de esta correspondencia, en la cual he visto a un
Flaubert analítico, fríamente amoroso, más preocupado por el estilo de sus
cartas que por la efusión verdadera. Él se defiende diciendo que ama a Louise,
pero pone cien mil excusas a la hora de ir a verla (¡todo un adulto
justificándose con frases del estilo de “cómo le digo a mamá que tengo que
ausentarme”!); y, cuando ella le dice que no la ama con pasión suficiente, él
responde que el amor no ocupa el primer lugar de sus prioridades vitales, pero
que sí es amor lo que siente. Qué curioso, este personaje, y qué juego el amor
en sus manos: un sentimiento confortable, que nunca debe estorbar al usuario, y
que se reduce a verse dos veces al año (siempre que no haya otra cosa por
medio), escribirse largas cartas melancólicas y hablar de Arte. Es obvio que la
razón la tiene Louise, al quejarse; pero la hipocresía y la puerilidad de las
explicaciones del autor de madame Bovary están tan bellamente expresadas que
dan ganas de disculparlo, sólo por el placer estilístico que nos proporciona.
En estas cartas he encontrado a un auténtico monstruo: del corazón (negativo) y
de la literatura (positivo).
“Los niños a quienes se acarició
demasiado cuando eran pequeños mueren jóvenes”. “He asistido ya a mil funerales
interiores”. “Viajo por dentro de mí como por un país desconocido”. “Siempre se
continúa amando a quienes no creemos amar ya”. “La pasión por lo perfecto nos
hace aborrecer incluso aquello que se le aproxima”. “Lo superfluo es la primera
de las necesidades”. “No temo a los leones, ni a las heridas que puede hacerme
un sable, sino a las ratas y a los pinchazos de los alfileres”. “No desprecio
la gloria: no se desprecia lo que no se puede alcanzar”. “Negar la existencia
de los sentimientos tibios sólo porque son tibios es como negar la existencia
del sol mientras no es mediodía”. “Le pusieron una venda al amor, porque sus ojos
son difíciles de reproducir”. “Hazte vieja para mi vejez”. “La Musa es una
virgen que tiene un virgo de bronce, y hay que ser un barbián para...”
1 comentario:
Desde luego que tiene que ser una lectura la mar de interesante...
💋💋💋
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