lunes, 6 de noviembre de 2017

Amapola entre espigas



Voy hasta la novela corta Amapola entre espigas, de Eugenio Noel (Emiliano Escolar, editor; Madrid, 1980), y es realmente pasmoso el número de errores gramaticales, fallos rítmicos, desajustes psicológicos, parlamentos de plastilina e ingenuidades ideológicas que el volumen contiene. Qué narrador más torpe, Dios mío. Primero, nos planta ante los ojos a la señorita Marga, angelical, bella, dulce, inteligente, alegre, seductora y candorosa; luego, nos muestra sin transición a sus dos pretendientes: Pedro Juan (fino, educado y culto) y Nicolasón (un bruto analfabeto cargado de millones); más tarde, ella “pigmalionea” al segundo y, una vez desbastado, se decanta por él; y como colofón blando y chorreante de melaza le dice que todas sus tierras (ahora ya comunes) deben dárselas a los campesinos, pues ellos sólo precisan para vivir de su mutuo amor. Cágate, lorito. Y si se pretende decir que Marga es un símbolo del intelectual regeneracionista, y que Nicolasón es la España protocultivada de principios del siglo XX, yo digo que tururú. Alguien con esta prosa no pudo cobijar ideas tan hondas (y si lo hizo, las formuló de auténtica pena). Hay, eso sí, algún instante estilísticamente llamativo, como cuando dice de las manos de Nicolasón, para indicarnos su enormidad: “corridas de toros podía haber en ellas y sobraba sitio” (p.72). O cuando alude a “la cima escabrosa de los treinta años” (p.70). Pero, en bloque, esta obra no pasa de ser una trama absurda hilvanada con personajes insostenibles.

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