Afirmaba Jean-Paul Sartre que, cuando llega
el término de la existencia, hay que trazar una raya y realizar la suma. No hay
posible escapatoria para ese balance. La cifra que se obtenga en la parte
inferior (que puede sorprendernos, pero que no admite ningún tipo de
maquillaje) servirá como resumen aproximado de nuestra presencia en el mundo.
La idea, desde luego, responde a un arquetipo psicológico o religioso en el que
se ha confiado secularmente. Pero cabe también la posibilidad de introducir una
pequeña variante en ella: que justo en la zona central de nuestro vivir, en el
ecuador de nuestra existencia, nos detengamos y reflexionemos. ¿Qué he hecho
hasta ahora? ¿Qué querría haber hecho? ¿Qué puedo borrar, enmendar o completar
en mi corazón y en mi calendario?
Varias chicas que estudian en un internado
de monjas en 1950 tardarán treinta y un años en formularse estas mismas
preguntas. Dejemos que sea Julia, una de ellas, quien nos resuma la situación
en la página 285 de la novela: “Trataba de recordar a las cinco niñas del
internado. Olga, Marta, Lolita, Nina y ella misma. Olga la gorda. Marta la
escritora. Lolita la dulce. Nina la quiromántica. No pudo evitar pensar: Y Julia, la huérfana o, peor aún: Julia, la desgraciada”. Cinco muchachas
que se vieron envueltas en una situación desagradable, traumática, que marcó
sus adolescencias y sus vidas futuras. Lo que ocurrió durante aquel verano del
50 fue tan monstruoso que todas han hecho esfuerzos ímprobos por olvidarlo,
pero cuando Marta Viñó convoca una reunión para cenar en su nuevo restaurante
todas comprenden que puede haber llegado el momento de mirarse a los ojos,
enfrentarse a sus sombras y enjuiciarse las unas a las otras.
Olga, tras perder un buen montón de kilos,
es la aburrida esposa del doctor Pardo, hombre ocupado y que presumiblemente no
le depara demasiadas alegrías vitales; Nina se empeña en aparentar una juventud
ficticia a base de un lenguaje grosero y de aparatosas confesiones sexuales,
que consolidan su imagen de promiscuidad o imaginación; Lola está embarazada de
su marido muerto, y se ha enamorado de su hijastro, un chico tan atractivo como
dulce; Marta es una conocida cocinera, que vende libros como churros y que
dispone de una amplia fama radiofónica; y Julia, la triste huérfana, la que
actuaba como sirvienta de todas ellas durante la niñez, la marginada, la que
terminaría siendo expulsada del colegio e incluso encarcelada ocupa ahora un
escaño en el congreso de los diputados bajo las siglas del PSOE, tiene
secretaria y chófer, es entrevistada por Luis del Olmo en hora de máxima
audiencia y es una de las artífices de la ley de divorcio. Las tornas han
cambiado. La vida ha cambiado. Cada una de aquellas cinco niñas es ahora una
mujer que ha seguido una trayectoria distinta, pero que porta a su espalda un
capítulo de sombra, un paréntesis sin cerrar, una factura que no ha sido
abonada.
Y ahora, en una noche lluviosa de 1981, con
unos manjares especiales en los platos y unos licores fuertes en las copas, todas
tienen que girar sus naipes, mirarse, recordar, acusar, comprender, detestar o
perdonar... Nos encontramos, pues, ante una fábula sobre las casualidades y las
causalidades, ante un libro de contabilidad (vital y emocional) donde calidad,
profundidad y amenidad se conjuntan para conformar una novela ágil,
inteligente, fácil de seguir y llena de meandros psicológicos, con la que Care
Santos ha obtenido el premio Nadal 2017. Aprovechen el inicio de curso para
disfrutarla.
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